El hielo en el tobillo, las lágrimas como pocas veces corriendo por su rostro. El dolor de Lionel Messi, transmitido al mundo, es el dolor del planeta fútbol. Impotencia, el alma rota; el físico, autoritario, le dio la orden: “No más”. Fue acaso el símbolo de una final intrincada, áspera, enrevesada, ya desde una previa escandalosa. Y por otro lado, las lágrimas del hombre que dijo adiós, el héroe de tantas finales, el castigado y hoy redimido: Ángel Di María. Fue la noche de las lágrimas y la noche de otra copa gloriosa para la Argentina, en el ciclo más exitoso de su historia. Argentina bicampeón de la Copa América, dueño del continente y del mundo. Con un 1 a 0 en la prórroga que sirvió para derribar a una selección Colombia de gran dureza. La mística de este grupo salió a flote y hoy disfruta del bicampeonato.
El desmadre organizativo empañó lo que se presumía un partido espectacular, con los dos mejores equipos de la Copa.
Lionel Scaloni siempre tiene algo para sorprender. Esta vez lo hizo –de alguna manera- al repetir la alineación del partido anterior. De entrada, salió con todo Argentina, con la intención de asfixiar a Colombia. Messi condujo, Montiel se proyectó y su centro no pudo ser agarrado de lleno por Julián.
A los 5, Richard Ríos llevó con velocidad y presencia la pelota, habilitó a Luis Díaz y su remate fue controlado abajo por Dibu.
James empezó a ubicarse en zonas despobladas para recibir y manejar los hilos. Y Colombia empezó a tener la pelota, algo peligroso para la Argentina. Córdoba dos veces tuvo la posibilidad al capitalizar errores no forzados en la salida argentina.
Colombia aprovechó cierta pasividad de los de Scaloni, sobre todo en el medio y movió la pelota hacia las bandas, por donde tiene gente idónea y peligrosa. Argentina quiso ralentar el partido para adormecer y sorprender con una salida rápida, pero no tuvo resultados. Sin movilidad para hallar espacios dentro de la férrea y cerrada estructura defensiva colombiana.
A los 20 se dio la primera combinación Messi-Di María, en la despedida. Fideo tiró un pase atrás y el 10 acarició de zurda, pero Julián se interpuso y evitó el peligro en el arco de Vargas.
Y a los 32, Lerma sacudió la modorra con un remate lejano que Dibu se estiró para sacar al córner.
Scaloni vio que había inconvenientes por el lado de Tagliafico y cambió a Di María para que haga de soporte. El desarrollo se equilibró. Colombia siempre pareció más peligroso por la precisión en velocidad que mostró sobre todo en los primeros 20 minutos. Pero Argentina pudo disputarle la mitad de la cancha, emparejar las cosas y pasar el encuentro a su ritmo, mucho más pausado.
Casi en el final del primer tiempo sonó una alarma que nadie esperaba: Messi corrió una pelota que se iba y cuando se esforzó para tirar el centro, Arias cayó sobre su tobillo derecho. El 10 quedó muy dolorido y transcurrió hasta el epílogo de la parte inicial a media máquina.
Luego del show de entretiempo de Shakira –otra excentricidad al estilo estadounidense de la Copa América-, la reanudación no vio un cambio radical en las actitudes de uno y otro. Argentina pareció siempre con una marcha menos, sin la movilidad necesaria para sorprender. Colombia, que no dejó nunca de respetar la naturaleza de su rival, dio muestras de que cuando tenía la pelota desplegaba rápidamente a sus alas.
Fue Ángel Di María, en su última función con la camiseta celeste y blanca, el que empezó a marcar el camino. En una escapada mano a mano con su marcador, Fideo sacó un latigazo de zurda que el arquero tapó abajo.
El golpe final para Messi fue a los 19 minutos. Esos 19 minutos que estuvo de más, porque él ya sabía que la jugada del final del primer tiempo ya lo había sacado de partido. Messi salió de la cancha, como nunca, el líder que nunca quiere salir no dio más y pidió el cambio. Y se puso a llorar en el banco de suplentes, ese lugar no es para él. Ello obligó a un cambio de esquema, un 4-3-3 claro de Scaloni: entró Nico González como extremo izquierdo y Di María se fue a la otra punta. Segunda baja: Montiel, que estaba haciendo una buena tarea, también salió golpeado.
Pero así y todo, sin el líder dentro de la cancha, Argentina tuvo ocasiones. Nico González terminó en la red un pase atrás de Tagliafico, pero lateral estaba fuera de juego. Nico entró rápido y activo. Tuvo un cabezazo que pasó muy cerca luego de un centro preciso de Di María.
A Colombia se le apagaron los generadores (James, Ríos) y solo la falta de puntería y decisión de Argentina llevó las cosas a la prórroga. Lorenzo mandó a Juanfer por James y Scaloni pateó el tablero con Paredes, Lo Celso y Lautaro a la cancha.
Nico González volvió a tener la oportunidad al terminar un centro de De Paul, pero su remate fue justo a las manos de Vargas.
Juanfer tuvo tiempo y espacio para hacer lo que mejor sabe: meter esos pases como dagas y hacer pausas, como los silencios en la música.
Pero cortó Paredes –de gran Copa pese a que no jugó los minutos que merecía- y Lo Celso -¡tac!- puso un pase de primera notable ante una defensa muy abierta. Lautaro Martínez, el goleador del torneo, definió como si estuviera en el Giuseppe Meazza.
A partir de entonces, no se jugó más. Hubo peleas, discusiones y hasta el tributo en plena cancha a Ángel Di María, que se fue bañado en abrazos y ovación.
Fue la noche de las lágrimas. Las de impotencia del mejor de todos y las de emoción del socio que dijo adiós para siempre. Argentina, en un contexto difícil, enrevesado y tóxico, sacó la chapa de campeón inexpugnable. Cuando la cosa venía mal, apareció la selección más ganadora de todos los tiempos. ¡Salud!