Las alumbradas son una tradición que se mantiene vigente a lo largo del tiempo. Conviven con los cambios generacionales y sobreviven a las nuevas culturas que se mezclan con el pasado, el presente y el futuro.
Luis Garay, Director del Instituto de Lingüística, Folklore y Arqueología habló con Info del Estero sobre esta tradición que une el mundo de los vivos y los muertos. Te invitamos a conocer la historia.
La noche del 1 de noviembre, los cementerios de Santiago del Estero se transforman en lugares de encuentro entre el mundo de los vivos y los muertos. Es el día de las Alumbradas, una tradición que se tejió a través de siglos y generaciones, “donde lo católico y lo precolombino se entrelazan para rendir homenaje a los difuntos, evocando un sentido de continuidad entre la vida y la muerte”.
“Para muchos santiagueños, este rito no marca un fin definitivo, sino un paso entre dos mundos que permanecen en comunicación. Al caer la tarde, en los cementerios como Los Flores o La Vuelta de la Barranca, la gente comienza a congregarse, alumbrando las tumbas de sus seres queridos con velas que dibujan una especie de ciudad nocturna habitada tanto por vivos como por muertos”, remarca.
Las tumbas se limpian, se adornan con flores, y en algunos casos se repintan, en una muestra de respeto y devoción. Con el resplandor de las velas y el murmullo de oraciones, el ambiente se llena de una mezcla de solemnidad y nostalgia.
A las 19:30, hora en que suele iniciarse la “oración” (atardecer), el ambiente se torna casi sagrado. “En algunos lugares, se realiza una misa; en otros, las familias simplemente rezan juntas, recordando y honrando a aquellos que ya partieron”.
Sin embargo, las Alumbradas no son solo momentos de recogimiento; también tienen algo de celebración. En las afueras del cementerio, los puestos de comida y bebida forman una suerte de “romería”, donde la gente se reúne para compartir comidas típicas. Entre rezos y comidas, la noche se convierte en una festividad que continúa hasta la madrugada, extendiéndose incluso al día siguiente.
Alumbradas y sentido de circularidad
“La práctica de las Alumbradas tiene un sentido de circularidad del tiempo, característico de la cultura rural santiagueña. En estos espacios, el pasado y el presente se encuentran: los tiempos de la cosecha, los solsticios, y las estaciones rigen el calendario, y los muertos no quedan relegados al pasado, sino que vuelven cíclicamente en cada celebración”, explicó.
“Para quienes viven en la ciudad, la muerte suele asumirse como un fin, algo que quedó atrás. En el mundo rural, en cambio, la muerte es una presencia continua, una sombra que acompaña y se honra cada año”, añadió.
Las Alumbradas representan, en última instancia, la identidad de un pueblo que, en lugar de mirar la muerte con temor, la recibe con velas, rezos y festejos. Es una cultura en la que el tiempo no es una línea, sino un círculo eterno donde los muertos vuelven cada noviembre para reunirse con los vivos, en una celebración compartida entre ambos mundos.