Casi como si fuera una cuestión del destino Juan Domingo Moreno eligió la profesión de docente apenas terminó el secundario. Se recibió en 2012, en el IFD de Tintina (departamento Moreno), y en 2014, optó para ser maestro en la ruralidad.
Árbol Blanco fue el sitio asignado. Un paraje agreste como los escenarios que Jorge Washington Ábalos relata en “Shunko”, a más de 130 kilómetros de Tintina. Unas pocas familias, y una característica propia de la distribución poblacional de Santiago del Estero: la escuela rural.
Con unos pocos estudiantes, la Escuela N° 399 de “Árbol Blanco” lleva más de 20 años creando oportunidades para los niños que -a pesar del discurso capitalista sobre la rentabilidad sobre la justicia social- buscan un futuro mejor en la educación.
Es allí donde el tocayo de Domingo Sarmiento, desempeña su tarea. Padre de dos niñas, el docente recorre cada domingo 60 kilómetros de Tintina hasta Otumpa, otros 60 kilómetros de Otumpa hasta la Ruta 6, y 12 kilómetros más monte adentro para llegar a su lugar de trabajo. “Los viernes regreso a Tintina”, contó en una serie de micro relatos de la comunidad que están disponibles en el Instagram: @arbol.blanco.sde
Personal Único desde hace algunos años, tiene la tarea administrativa de la dirección, pero además debe ocuparse de impartir conocimientos. “Antes estaba la directora, Josefa Luna. Ella me ha enseñado mucho”, recordó.
Más que un docente
Al ser una comunidad tan pequeña, conoce a las familias como si fueran propias, por lo que intercambian pedidos y tratan de resolver sus necesidades en conjunto. Una de ellas era la de enviar a los más pequeños al jardín de infantes. Ante la imposibilidad económica y de movilidad para llevarlos hasta el paraje más cercano, le pidieron que los reciba en la escuela.
A partir de este pedido, Juan Domingo elaboró una carpeta y diseñó actividades para alumnos en edad pre escolar. Pero también tiene pequeños en primer grado, tercer grado, quinto grado y sexto grado. “La escuela se encuentra con la comunidad, y la comunidad se encuentra entre sí. Aquí trabajamos juntos”, dice con orgullo.
Y tal como sucede en la película de 1960, esta simbiosis entre los habitantes de Árbol Blanco y la escuela no se limita a lo educativo. Hay otras urgencias que consiguieron a fuerza de pedidos y trabajo conjunto.
“La escuela se sustenta con el aporte del Gobierno de la Provincia. Tenemos una cooperadora escolar, ellos nunca me soltaron la mano, son padres de alumnos y ex alumnos y la ayuda de un colegio de Buenos Aires”, revela en la entrevista el maestro.
Paneles solares para la luz eléctrica
Para tener energía eléctrica, la escuela cuenta con paneles solares que son provistos también por el Estado provincial. “Cuando necesitamos hacer los recambios presentamos nota y ellos me acompañan haciendo el mantenimiento, y el agua tenemos también por medio del aporte del dueño de un campo vecino que nos donó una bomba sumergible”, contó.
Hoy, Juan Domingo es referente de la escuela y de la comunidad, y si bien reconoce que existen numerosas necesidades por suplir, la presencia del Estado, la comunidad, los ayudantes externos como los que llegan de Buenos Aires, y sobre todo las ganas de salir adelante, convierten a Árbol Solo en un lugar que vale la pena conocer.