Todo lo sólido se desvanece en el aire del año electoral
Milei y Macri confirmaron que serán socios políticos en este 2025

Por Álvaro José Aurane | Para Info del Estero

El “Manifiesto comunista” se publicó en un año de los años más agitados y determinantes del siglo XIX: 1848. Europa se ve envuelta en “La primavera de los pueblos”. Los cambios que propician la industrialización, el capitalismo y el liberalismo, y la consolidación de los sentimientos nacionalistas (ya habían alimentado los ciclos revolucionarios de 1820 y 1830), sembraron revueltas en Francia, Hungría, Viena, Praga y los estados que, después, se convertirían en Italia y Alemania.

En el fragor de esos años, el panfleto de Carl Marx y Friedrich Engels contiene -entre muchos pasajes significativos- un párrafo inquietante. Resume el clima de incertidumbre de aquellos tiempos. “Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas”.

Si se pone a un costado el contexto histórico, esa advertencia parece describir acabadamente la coyuntura de esta segunda semana de 2025. A los efectos del escenario político, el acercamiento entre el presidente Javier Milei, líder de La Libertad Avanza, y el ex mandatario Mauricio Macri, titular y fundador del PRO, ha sido la noticia más destacada. Y en rigor, la más proyectiva de este electoralísimo año. El mapa que se dibuja deja en evidencia la precariedad que, por estas horas, es característica estructural de los principales partidos políticos. Ya sea en el oficialismo o enfrente.

Tropiezos macristas

Para el PRO ha sido un cimbronazo la pronta aceptación de Macri a explorar una alianza electoral con LLA. Milei había manifestado el miércoles, en una entrevista periodística, su voluntad de avanzar en un acuerdo electoral con el macrismo y el conductor del PRO respondió al día siguiente. Mediante la red social “X” el ex mandatario dijo que también estaba dispuesto a unir fuerzas “para que el kirchnerismo nunca más vuelva a gobernar el país o alguna de las 24 provincias argentinas”.

Esto sacude las estrategias de muchos dirigentes que venían tejiendo acercamientos con otras fuerzas. Es que, hasta hace unas semanas, todo se encaminaba hacia el territorio de listas separadas. No era una “sensación”: Jorge Macri, primo de Mauricio y jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, envió a la Legislatura porteña de un proyecto para desdoblar las elecciones de medio término de ese distrito y realizarlas en fecha diferente que la votación de parlamentarios nacionales.

Esa decisión fue de confrontación pura y dura con el Gobierno nacional. Los Macri estaban dejando en claro que no piensan compartir el poder en CABA, razón por la que compulsarían su propuesta en una fecha separada respecto de la votación de diputados y senadores nacionales, en nombre de que los porteños merecen tener en claro qué es lo que están votando en un caso y en otro, sin riesgos de “arrastre” de figuras nacionales. De igual modo, quedaban preparados para enfrentar a Milei.

Mauricio Macri
En CABA plantean desdoblar las elecciones

Además de la natural apetencia por los espacios de poder y los lugares en las listas, no menos cierto es que durante el primer año de la gestión libertaria surgieron profundas diferencias. Tal vez la figura de Mauricio Macri no las trasunte, porque de un tiempo a esta parte sólo ha marcado contrastes con Milei respecto de los modales. Pero las incongruencias han sido severamente mayores. Quedaron estridentemente expuestas en el papelón libertario en torno del frustrado proyecto de “Ficha Limpia” en la Cámara de Diputados. Dos veces fue llevado al recinto el proyecto de Silvia Lospennato (PRO) y dos veces fue saboteado por los parlamentarios de LLA.

Estas dislocaciones no fueron gratuitas para el macrismo. De hecho, Macri laudó en la interna en favor de Patricia Bullrich y en desmedro de Horacio Rodríguez Larreta. Luego, Bullrich se sumó al Gobierno como ministra de Seguridad y desde allí comenzó a minar al PRO, drenando dirigentes y hasta emplazando a votar proyectos de una o de otra manera. El partido terminó dividiéndose entre los que se quedaron con Mauricio y los que se fueron con Patricia. Ahora, todo el desgaste fue gratuito. Y de poco habrá servido “resistir”. Si resulta que los “fieles” tendrán igual tratamiento que los “díscolos”, entonces el macrismo terminará tropezando con la misma falta de pericia: también sostuvo a Milei para que llegase a la Presidencia de la Nación, pero no deja de ser presa de él.

Dependencias libertarias

Ahora bien, el marasmo no es sólo para el PRO. También lo es para La Libertad Avanza. El 28 de septiembre pasado, Javier Milei presentó el partido en un acto en Parque Lezama. Sorpresivamente, Karina Milei, la secretaria general de la Presidencia, fue la oradora de apertura. Desde entonces, adoptó una muletilla frecuente: “Estaré donde mi hermano me necesite”. Proliferó así la especie de que sería candidata. Incluso, a la cabeza de la lista de senadores de CABA.

En el cenit de la popularidad, el oficialismo asumió que su papel era, finalmente, liquidar al PRO y absorberlo. Pretendió, con más voluntarismo que certezas, que el electorado de aquel partido migraría “naturalmente” a LLA, como ya lo había hecho en el balotaje de noviembre de 2023. Como si votar “en contra de” Massa, de Alberto Fernández y de la cuarta experiencia kirchnerista en la Casa Rosada fuera exactamente lo mismo que votar “en favor de” la propuesta libertaria.

Es cierto que La Libertad Avanza es un partido en formación y que en apenas un año no puede alcanzar un arraigo nacional como el de las otras fuerzas del concierto argentino. No menos real es que, en un año, el oficialismo no ha logrado promover otra figura que no sea la del Presidente. Con lógica caudillista, sólo hay lugar para el líder. De hecho, se han encarnizado con la vicepresidenta, Victoria Villarruel, sólo porque tiene agenda propia y una figura que se proyecta con independencia respecto de la del jefe de Estado. En el Gobierno, La Libertad Avanza se convirtió en una máquina de expulsión de dirigentes. La baja más reciente fue nada menos que la canciller, Diana Mondino.

Esta dinámica no deja de instalar, en el presente, una noción que Rodríguez Larreta había difundido durante su fallida campaña de precandidato presidencial: “la grieta” sirve para ganar elecciones, pero no para gobernar. El Gobierno lo está comprobando. Necesitó del PRO, apenas llegó, para que el Congreso no le fuera un bastión de derrotas. Un año después, no ha podido eliminar esa dependencia de un partido al que, originalmente, creía que iba a cooptar. Y, sobre llovido mojado, la crisis se prolonga. Y votar “contra” el populismo no es igual a votar “a favor” del ajuste.

Crisis peronista

Ahora bien, en todo es este estremecimiento oficialista, a los antagonistas tampoco les va bien. El caso más notorio es el del peronismo. Tras las fracasadas gestiones, en materia económica, de Raúl Alfonsín y de Fernando de la Rúa, en el país se instaló una suerte de axioma político: el de que sólo el PJ era capaz de gobernar la Argentina. El gobierno de Alberto Fernández demostró que la pretensión era errónea. Ahora es mucho más factible advertir algo que hace una década resultaba difuso: el peronismo entra en un estado de crisis profunda cada vez que pierde una elección presidencial. Le pasó en 1983 y no fue sino hasta 1988, tras la interna entre Antonio Cafiero y Carlos Menem, que logró salir del callejón. Por caso, el alfonsinismo triunfó en las parlamentarias de 1985. En 2015 pasó otro tanto: Macri ganó el balotaje y también las de medio término, en 2017, esa vez con poco menos del 40% de los votos. ¿La razón? El peronismo estaba desbandado. Cristina Fernández, de hecho, se había ido a su propio partido, Compromiso Ciudadano. Terminó segunda en provincia de Buenos Aires, detrás de Esteban Bullrich. El PJ, por separado, había postulado a Florencio Randazzo.

Ahora ocurre otro tanto. Aún en sus precariedades, el PRO y LLA comprenden que no pueden arriesgarse a perder a manos del peronismo, porque el hecho sería imperdonable a los ojos de su electorado. En el PJ, hoy, no existe tal certeza. Cristina preside el partido del que se había ido, tras un proceso de internas que no se resolvió en las urnas, sino en la Justicia nacional. Hay gobernadores peronistas más cerca de Milei que del justicialismo. Y el sindicalismo, ante la carencia de liderazgo político, mantiene una postura no combativa. Hasta el punto de que Pablo Moyano se fue de la CGT en noviembre, dada la renuencia de la cúpula a convocar a un paro.

Curiosamente, en los 80, fue el gremialismo el que actuó como motor de la unidad peronista. Claro está, era otro sindicalismo: en 1983 había 35 diputados nacionales de extracción gremial. El fracasado intento radical por modificar la Ley de Asociaciones Sindicales terminó poniendo en pie de guerra a ese sector, que terminó encauzando el reagrupamiento del PJ. Ahora, ¿qué sector del PJ, y con cuáles figuras, impulsará la nueva etapa de ese partido?

Intrascendencia radical

El radicalismo está todavía peor. Los gobernadores radicales (Jujuy, Chaco, Corrientes, Mendoza y Santa Fe) suelen estar en la vereda opuesta al Comité Nacional, que conduce el senador radical y ex ministro de Economía “K” Martín Lousteau. El bloque en Diputados se partió en dos, precisamente, con la misma lógica: los dialoguistas y los antagonistas del oficialismo. De la bancada de la UCR se escindieron 13 miembros que conformaron el bloque “Democracia para siempre”.

Hoy, el centenario partido se encuentra enfermo de intrascendencia política. Y hay distritos en los cuales los parlamentarios que deben renovar bancas terminaron 2024 mendigando un lugar de segundones en las listas de La Libertad Avanza. El posible acuerdo con el PRO los ha desahuciado.

Política líquida

El repaso exhibe una partidocracia en la cual las sagradas convicciones, tan invocadas en 2024, quedan tempranamente profanadas en 2025.

La situación social se vuelve secundaria porque los protagonistas de la política se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas.

Todo lo sólido de los partidos políticos se disuelve en el aire del año electoral. Con el agravante de que la Constitución Nacional los declara instituciones fundamentales de la democracia. Y de la democracia, como se viene observando, muchos de sus principios terminan diluyéndose.