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Por Álvaro José Aurane | Para Info del Estero
Hay un sketch de mexicanos en TikTok. Pretende ser el diálogo entre una joven y su amigo.
- Yo pago, no te preocupes -dice ella-.
- ¿Cómo que tú pagas? ¿A poco ya tienes dinero?
- Tengo mi tarjeta de crédito. Siempre he estado pagando con esa. (…) Desde que pago con esa tarjeta, mi dinero en efectivo sigue intacto. (…)
- ¿Cuánto has gastado? -pregunta él-.
- Como 100.000 pesos -mexicanos- (unos 5.000 dólares)
- ¿Estás consciente de que debes pagarle al banco cada mes lo que gastas? Con dinero en efectivo. Con dinero real.
- Nadie me ha buscado para eso.
Esa conversación (salvando las distancias) es asimilable a una discusión que se da de manera incesante desde hace un año en el país. ¿Tiene la Argentina, en verdad, superávit financiero? Es un debate de fondo. Una cuestión medular en un país donde el oficialismo y la oposición evitan los temas de fondo y prefieren, a diario, agitar la hojarasca de la indignación.
El presidente, Javier Milei, insiste con que logró la meta del superávit en sólo un mes de gestión. Y cada vez que lo subraya estalla la polémica en la red social “X”. A bancar la parada salen funcionarios como Pablo Quirno, secretario de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería; Santiago Bausilli, titular del Banco Central, y el ministro de Economía de la Nación, Luis Caputo.
Quienes objetan la versión oficial plantean, específicamente, que en los cálculos la Casa Rosada se olvida de incluir la deuda que contrae, mediante instrumentos financieros, para obtener recursos dentro de la Argentina. Los oficialistas responden que como esos vencimientos de deuda vienen siendo renovados, no deben ser tenidos en cuenta, sencillamente, porque no tienen que pagarlos.
Es una discusión técnica. Para abordarla, a la hora de explorar la selva macroeconómica nacional, la guía del economista Miguel Palou, de la consultora Pizavil, resulta inestimable.
Renovaciones y efectos
¿Qué determina un superávit financiero? Que el Estado haya pagado todas sus obligaciones (sus gastos corrientes) y que le sobre dinero para pagar los servicios de su deuda (es decir, los intereses).
En campaña, Milei previno sobre la “bola de nieve” de las “Leliqs”. Esas Letras de Liquidez del Banco Central sólo estaban disponibles para los bancos. Su funcionamiento era como el de un bono o un préstamo que tomaba el BCRA a 28 días y por el que pagaba intereses. Era una deuda indexada cada vez más grande porque, dado el proceso inflacionario, el Estado debía ofrecer intereses cada vez más altos para que los bancos mantuvieran sus pesos “inmovilizados” en las “Leliqs”, en lugar de volcarlos a la economía y generar una inflación descomunal.
Con el nuevo gobierno, los instrumentos más utilizados por el Gobierno para financiarse son las “Lecaps”, que son Letras de Capitalización del Tesoro: ya no del Banco Central. Tienen otra particularidad: no pagan intereses de manera periódica, sino que -como su nombre lo indica- son capitalizables y se pagan de manera íntegra al vencimiento.
Es decir, que el resultado financiero informado no contempla el pago de intereses sencillamente porque no hay tal pago: sólo debe ser afrontado al momento del vencimiento del instrumento.
Ahora bien, cuando llega la fecha de vencimiento, la Secretaría de Finanzas de la Nación lanza una licitación para “rollear” esa deuda, es decir, para renovarla. En la actual gestión libertaria, ese “rollover” viene realizándose de manera exitosa y, por tanto, el Estado viene postergando vencimientos, logrando así no pagar intereses. Eso sí: la deuda está. Y se viene incrementando.
De la misma manera cabe advertir que aunque la deuda crece, el ritmo de incremento viene desacelerándose. Es decir, aumenta, pero a una velocidad cada vez menor. Esto se debe a que, a lo largo de las licitaciones para “rollear”, la tasa de interés que paga el Tesoro viene bajando. De hecho, si se observa con detenimiento el comportamiento de la curva de la tasa en pesos, se pueden anticipar los movimientos del BCRA en términos de políticas de tasa de interés.
Por caso, la última decisión del Banco Central de bajar la tasa de interés de referencia, a finales de enero, estuvo precedida por una licitación de la Secretaria de Finanzas: colocó deuda en “Lecaps” con vencimiento a enero de 2027 (a dos años), a una tasa efectiva mensual del 2,04%. Esto es una señal de que el mercado confía en el proceso de baja de la inflación y en la estabilidad del dólar; y que convalida la posibilidad de que el Tesoro nacional se financie a tasas cada vez más bajas.
Hubo ocasiones en las que no se “rolleo” el 100% de las “Lecaps”, por decisión de los inversores que necesitaban liquidez. Así que esos instrumentos fueron pagados por el Estado y esos pesos volvieron a la economía. Caputo sostiene que no hay riesgo en ese proceso porque la economía llegó “al punto Anker” (nombre de la consultora que tenía en sociedad con Bausili). Es decir: esos pesos son demandados por el mercado (por ejemplo, por los bancos, dado que el crédito privado viene creciendo). Consecuentemente, sostiene el ministro, su efecto inflacionario es nulo.
Cuadros y videos
¿Qué pasaría si incluyéramos el crecimiento de la deuda en pesos para el cálculo del superávit financiero? Eso se observa con claridad en el siguiente cuadro elaborado por el economista Christian Buteler sobre la base de los datos del Ministerio de Economía de la Nación.
Las cifras contradicen la versión oficial. Traducido, el resultado financiero informado para todo el año pasado termina en diciembre con un saldo negativo. El “rojo” es de casi $ 1,6 billones (son millones de millones de pesos). Y cuando en esa cuenta se contemplan los intereses por “Lecaps”, el resultado real empeora: el saldo negativo es de algo más de $ 3,9 billones. De los 12 meses, el resultado positivo finalmente se dio en sólo cuatro, o sea, en la tercera parte del año.
Huelga decirlo: el acumulado negativo es déficit: todo lo contrario al superávit.
Frente a esto, para afirmar que hay superávit financiero el Gobierno (dicho en la jerga del mercado), hace que los intereses “viajen por debajo de la curva”. Es decir, no los incluye en sus cálculos. Luego, afirma que si no tiene que pagar la deuda, porque la “rollea”, entonces no cuenta como déficit.
Esa situación nos coloca en el diálogo del video de TikTok: la chica que invita a su amigo sostiene que sólo usa la tarjeta de crédito y que, gracias a ello, su dinero en efectivo sigue intacto. Es decir, ella tiene superávit. Cuando su amigo le advierten que va a tener que enfrentar el vencimiento del resumen, le está advirtiendo que ella debe sumar esa deuda a su cálculo. Pero ella lo desestima. Incluso, no se preocupa porque -alega- “nadie” la “ha buscado” para ello.
El Gobierno viene demostrando, reiteradamente, capacidad para “rollear” la deuda: nadie viene a buscarlo para cobrar el vencimiento, sino para renovar las “Lecaps”. El problema operará cuando pierda esa capacidad. Y el Estado (al igual que la chica mexicana del video) deba pagar la deuda con dinero en efectivo. O como dice el TikTok: con dinero real.