
Por estas horas, varias cadenas de supermercados en Argentina comenzarán a importar asado desde Brasil en los próximos días, en el afán de ofrecer precios más bajos que los actuales en las góndolas argentinas. Esta decisión es un golpe directo a la tradición argentina, donde el asado es considerado casi un símbolo nacional.
La medida llega en un contexto complicado para la economía local, marcada por un atraso cambiario que hace que los precios de la carne argentina se disparen. En un país donde el asado fue siempre sinónimo de encuentro familiar y orgullo gastronómico, la posibilidad de consumir carne importada de Brasil resulta difícil de digerir para muchos.
A partir del 1 de abril, Brasil alcanzará el estatus de libre de aftosa sin vacunación, lo que eleva la calidad de su carne y la hace aún más competitiva en precios. Las primeras cadenas en ofrecer asado brasileño serán las de la región patagónica, donde el kilo de asado argentino se cotiza alrededor de $22.000, el doble que en Buenos Aires. En esos supermercados, el asado de Brasil se vendería a aproximadamente $9.000 por kilo, lo que podría generar un cambio en las preferencias de los consumidores en una zona tradicionalmente más cara.
En el área metropolitana, el precio de la carne argentina ronda los $10.000 por kilo, lo que ha hecho que algunas cadenas evalúen la posibilidad de incluir el asado brasileño en sus góndolas.
Andrés Costamagna, directivo de la Sociedad Rural, explicó que el asado brasileño no solo es más barato, sino que se convierte en una herramienta para atraer clientes, ya que la carne en los supermercados actúa como un “producto gancho” para aumentar las ventas. Sin embargo, la entrada de la carne brasileña a los hogares argentinos no deja de ser vista como una amenaza a la tradición nacional.
Con un novillo argentino más caro que el de otros países del Mercosur y la carne brasileña más competitiva, la situación económica hace que los consumidores se enfrenten a una difícil elección. El asado de Brasil podría ser una opción accesible, pero a costa de renunciar a una parte del patrimonio culinario argentino.