El patrimonio del papa Francisco era de apenas U$S 100
El Papa Francisco siempre predicó la austeridad.

El mayor tesoro que administró alguna vez Francisco en calidad de Papa fue el de la fe de millones de creyentes alrededor del mundo. Pero si del vil metal se trata, el Sumo Pontífice no tenía una fortuna personal y ni siquiera cobraba un sueldo.

A diferencia de los obispos (cardenales o no), sacerdotes y demás miembros del clero a quienes les toque, el Papa no tiene asignado un sueldo sino que se considera su labor como un servicio espiritual que no puede retribuirse con dinero. En vez, sus gastos personales y los relacionados a sus viajes, seguridad y residencia son solventados por la Santa Sede.

Por eso al momento de su muerte, que ocurrió en la mañana del lunes pascual, Francisco tenía U$S 100 a su nombre como todo patrimonio, informó el sitio Celebrity Net Worth.

Los escasos ahorros personales de Francisco no deberían sorprender a nadie considerando la vida de austeridad que predicó, cultivó y mantuvo durante sus 12 años de pontificado: de entrada decidió instalarse en un departamento de la Casa Santa Marta y no en el Palacio Apostólico, la histórica residencia oficial del Papa en el Vaticano, y conservó su cruz de hierro como pectoral, la misma que usaba desde 1998, al ser designado obispo.

Como última voluntad, Francisco dejó indicaciones en su testamento sobre cómo y dónde deseaba ser enterrado, y ahí también se notó el estilo austero del Papa argentino, que tenía una profunda devoción mariana y eligió una capilla de Santa María la Mayor como último lugar de descanso.

“Pido que se prepare mi sepulcro en el nicho de la nave lateral entre la Capilla Paulina (Capilla de la Salus Populi Romani) y la Capilla Sforza de la citada Basílica Papal, como se indica en el anexo adjunto. El sepulcro debe estar en la tierra; sencillo, sin decoración particular y con la única inscripción: Franciscus”, expresó Francisco.

Este martes el Vaticano publicó las primeras imágenes del Santo Padre en su féretro, mientras empieza a definirse el cónclave del que surgirá su sucesor.