La emotiva despedida de un joven que se acercó a la iglesia gracias al Papa Francisco

Por Iván Gutiérrez, Diócesis de Añatuya

Todavía me cuesta decirlo, escribirlo, pensarlo. Francisco, el Papa de los pobres, el hombre cercano, el pastor con olor a oveja, el que caminó entre todos con la humildad de los grandes y la ternura de los santos. El papa de todos, todos, todos.

¿Cómo no sentir que el corazón se aprieta? ¿Cómo no llorar al saber que se fue quien tantas veces nos habló al alma con palabras sencillas y profundas? Francisco fue mucho más que un pontífice, fue un padre, un guía, un faro que iluminó nuestra fe en medio de la oscuridad del mundo.

Nosotros, los jóvenes, encontramos esperanza en su carisma. El nos entendió, nos miró con ojos de amor y no de juicio. Nos hablo claro, con palabras que no necesitaban traducción. Nos dijo una y otra vez:
Jóvenes, sean valientes, vayan a contracorriente” en el buen sentido de la palabra..

Y lo hicimos, porque él nos dio el coraje.

Nos repitió con fuerza: “Ustedes valen mucho, son el ahora de Dios“, y así entendimos que no éramos el futuro de la Iglesia, éramos su presente.
Nos animó diciendo, “Sean auténticos”, y eso nos liberó del peso de las máscaras y prejuicios.
Nos desafió con dulzura “Juéguense por un amor concreto, no por uno de telenovelas”, y nos enseñó que el amor verdadero implica compromiso, entrega, vida real.

Y también nos dijo algo que jamás vamos a olvidar:
“Queridos jóvenes, no tengan miedo”.

Él sabía que muchas veces somos castigados por nuestros errores, que a veces vivimos con la vida confundida, con el alma llena de preguntas… pero ahí estaba él, abrazándonos con palabras. Nos alentaba a soñar en grande, a luchar por nuestros ideales, y sembraba siempre en nuestros corazones la certeza de que Dios nos ama.

Y sí, vamos a estar orgullosos de decir que fuimos jóvenes que vivimos en la época del Papa Francisco.
Francisco encendió en nosotros la revolución del amor mas grande de la Historia. Nos hizo protagonistas, nos impulsó a ser alegres y llevar el Evangelio a todos lados, con la sonrisa como estandarte y la misericordia como camino. Nos pidió: “Hagan lío”, y vaya que lo hicimos. Él incentivó a la juventud, sacudió nuestra comodidad, nos empujó a salir, a vivir, a transformar.

Hoy me duele su partida. Me duele en lo más hondo. Porque se fue una voz que abrazaba, una presencia que acompañaba. Me duele porque ya no escucharemos su “Buonasera” desde el balcón, ni sus gestos cargados de Evangelio vivo.

Pero no se va del todo. No. Porque Francisco deja en nosotros una marca imborrable. Su voz, sus gestos, su risa, su compasión… todo eso queda. Queda en nuestras memorias, en nuestros corazones, en nuestras luchas por un mundo más justo. Y aunque hoy lloremos su ausencia, vamos a seguir haciendo lío. Por él. Por Cristo. Por el Reino.

Te vamos a extrañar, Francisco. Nos dejaste huellas que serán camino. Nos enseñaste a ser Iglesia en salida, a vivir con alegría, a no tener miedo. Fuiste el pastor que nos amó con locura y nos devolviste el sentido de pertenecer.

Gracias. Gracias por tanto. Descansá en paz, querido Papa. Aquí, en este mundo que tanto amaste, tus jóvenes no te olvidarán. Y te prometemos que seguiremos tu revolución del amor… hasta el cielo.

Y ante tanta angustia por tu partida, la Pascua del Jesús resucitado nos da esperanza para seguir andando. Porque la última palabra no la tiene la muerte, sino la Vida. Porque creemos, con el alma entera en la vida eterna y que nos volveremos a ver.