Quién es Sor Geneviève, la monja argentina que rompió el protocolo para despedirse del Papa Francisco

En medio del silencio solemne que envolvía la despedida del Papa Francisco, una imagen conmovió al mundo: una monja de 81 años se acercó, sola y en silencio, al féretro del Pontífice. No formaba parte del protocolo oficial, pero su presencia no pasó desapercibida. Era Sor Geneviève Jeanningros, sobrina de Léonie Duquet —la monja francesa desaparecida en Argentina durante la última dictadura—, y una figura muy cercana al Papa.

Con su mochila verde al hombro, Sor Geneviève se inclinó en oración junto al cuerpo del Santo Padre, inmóvil durante varios minutos, mientras las lágrimas le surcaban el rostro. Nadie se atrevió a interrumpirla. Su gesto, simple pero profundo, fue un último acto de amor hacia quien consideraba no solo un líder espiritual, sino un amigo.

Una vida entregada a los más vulnerables

Miembro de la congregación de las Hermanitas de Jesús, Sor Geneviève ha dedicado más de medio siglo a trabajar con las comunidades más marginadas de Roma. Junto a su compañera de vida religiosa, la hermana Anna Amelia Giacchetto, vivía en una caravana en el barrio costero de Ostia, donde acompañaba a feriantes y personas transgénero, muchas de ellas en situación de prostitución.

A lo largo de los años, se convirtió en un puente entre esas comunidades y el Vaticano. El Papa Francisco la conoció y rápidamente confió en ella, permitiéndole llevar al Vaticano a personas que, históricamente, habían sido ignoradas o excluidas por la Iglesia. Gracias a su intermediación, muchas de esas personas no solo fueron recibidas, sino que compartieron almuerzos y oraciones con el Pontífice.

Una relación forjada en la acción y la compasión

Francisco llamaba cariñosamente a Sor Geneviève “L’enfant terrible”, en alusión a su espíritu rebelde y a su incansable entrega por los olvidados. Fue ella quien organizó encuentros entre el Papa y colectivos marginados, y quien llevó al Pontífice al parque de diversiones de Ostia en julio de 2024 para reunirse con trabajadores feriantes. Durante la pandemia, junto al cardenal Konrad Krajewski y el párroco Andrea Conocchia, gestionó ayuda directa para quienes no podían trabajar por las restricciones sanitarias.

En sus palabras y en sus gestos, Sor Geneviève siempre dejó en claro que su lucha era por la dignidad de todos. Incluso relató que, tras la muerte violenta de una de las mujeres trans que había conocido al Papa, le llevó su fotografía. Francisco rezó por ella conmovido, recordando que la fe debe tener rostro humano.

Una despedida sin barreras

El último adiós de Sor Geneviève al Papa Francisco fue una escena que trascendió protocolos y jerarquías eclesiásticas. Su recogimiento junto al féretro, sin necesidad de títulos ni permisos, fue el acto silencioso pero poderoso de una mujer que dedicó su vida a servir, y que encontró en Francisco un compañero de ruta.

Ese instante, que ningún guardia interrumpió, fue la confirmación de una amistad verdadera, tejida desde la acción concreta y la fe vivida con compromiso. En un contexto rígido y formal, su presencia fue un recordatorio de que el amor, la gratitud y la justicia no conocen de protocolos.