
Mónica Gómez conoció a monseñor Jorge Bergoglio cuando era Obispo de Flores. Pero hubo un momento que le hizo saber que ese cura, no era cualquier cura, era un distinto. Esta historia empieza así: “El día que lo nombraron Arzobispo y Cardenal, empezó ese ministerio de una manera diferente. No hubo acto de consagración, simplemente se presentó en una misa de confirmaciones masivas en el año 1998. No hubo pompas, no hubo nada. Ese día se confirmaron unas 50 mil personas en el Monumento de los Españoles”, recordó la mujer que caminó 12 años junto al hombre que se convertiría en Papa Francisco.
Ese simple gesto marcaría su apostolado en los márgenes de Buenos Aires. Para las personas como Mónica, lo que dicen de Francisco tras su muerte no es novedad, porque si hay algo que caracterizó su vida fue la coherencia. Siguiendo con la anécdota, en una entrevista exclusiva de INFO DEL ESTERO, Mónica repasó sus memorias y retrató al hombre más importante de Argentina que hoy es llorado por el mundo entero.
“En esa misa (la de 1998), él se presenta sin presentarse. Está ahí celebrando la misa, sin algo previo porque le parecía ofensivo o doloroso hacer una presentación tras el fallecimiento de monseñor Antonio Quarracino. Esos gestos de humildad son los que marcaron su camino, y es lo que escuchamos en todos los reportajes”, describe.

Pero hay otro valor que lo llevó a ser Obispo de Roma. “En él, la humildad y la autoridad se fusionaban de una manera increíble. Entraba a un lugar y se sentía la autoridad”, remarcó. Tampoco cambió su austeridad para vestir, porque siendo Cardenal “andaba sencillito, con su traje negro, sus zapatos viejos, y su portafolio en la mano. No decía nada, hablaba muy bajito sin embargo sentías que el ambiente había cambiado, que había entrado alguien importante y eso me parece importantísimo”, reconoció.
¿Quién era Mónica en la vida de Bergoglio?
Mónica conoció el apostolado del Obispo de Bajo Flores porque trabajaba en la Pastoral de Buenos Aires, en Vicaría de Educación, en la Junta Catequística Arquidiocesana y en la Vicaría de Niños. Por un lado era formadora de catequistas, y por otro era la encargada de las obras de teatro en los Encuentros Arquidiocesanos de Catequesis (EAC), donde acudían cerca de 4000 catequistas.
Las obras de teatro se hacían en el teatro de La Salle. En Vicaría de Educación, las misas congregaban a miles de fieles en la Plaza de Mayo. También había marionetas y las misas arquidiocesanas de los niños comenzaron a hacerse en las canchas de Boca, Ferro, Vélez, Parque Roca y en el Luna Park.
Su tarea en diferentes ámbitos llamó la atención de monseñor Bergoglio, quien se interesó y comprometió con las obras de teatro y las marionetas. Así que para animar a Mónica a seguir adelante con esta tarea altruista -porque no había retribución económica en ello- la llamaba o incluía el guion de las obras en sus homilías.

“Eso también tiene que ver con la humildad y la gratitud. De repente, una obra en el La Salle para los 2.000 catequistas por la que ya había recibido aplausos y felicitaciones, con lo que me daba por satisfecha, era motivo para que los domingos a las 6 de la mañana suene el teléfono y era él (Bergoglio) diciendo ‘Gracias, qué lindo lo que hacés, seguí iluminando’“, recuerda con gran nostalgia.
Esos gestos simples que siendo Francisco los mantuvo eran el “combustible” para seguir, como laica, comprometida con la misión de la Iglesia Católica. “Me daba ánimo para seguir porque no me llamaba otro, un encargado, me llamaba él, Bergoglio, que estaba entre la gente viendo las obras de teatro. Esas cosas me parecen maravillosas”, señala.
Cercano a los extremos de la vida
Son miles los clips que hemos visto en estos días de Francisco y su cercanía con los niños. Algo que sorprende al mundo pero no a su gente. Mónica recuerda que cuando celebraba la misa arquidiocesana de los niños solicitaba con antelación las obras de teatro. “Yo le entregaba al encargado la Vicaría que en los últimos años era Eduardo García, Obispo de San Justo, y Bergoglio las leía porque en la homilía trasladaba todo lo que los chicos habían visto, y no podía ser que no lo haya preparado antes porque era perfecto lo que decía. Preocuparse por esas delicadezas revelan su humildad”.

Las últimas pinceladas de Bergoglio antes de ser Francisco
“El último año, en 2012 -recuerda que en una misa- cuando termina, me dice: ‘¡Esa pequeñita que corría de un lado para el otro era tu nieta? Con qué alegría trabajó’. Yo digo, el amor tiene detalles y esos detalles marcaron mi vida”, reconoce.
En 2013 se fue Bergoglio y el mundo recibió a Francisco. Los cambios estructurales que implementó en la institución católica ahora tenían repercusión en cada punto del planeta, pero a sus vecinos de Bajo Flores nada les sorprendía porque ya habían conocido al hombre que vivía bajo las premisas jesuitas.
“A veces nos enojaba, cuando ya era Papa. Decíamos que recibe a artistas, a políticos y no me recibe a mí, pero uno tiene que pensar. Yo trabajé 12 años cerca de él, que estuvo acá como Arzobispo y ahora lo necesitan los otros“, reflexionó.
Y trajo a colación un fragmento del Nuevo Testamento, específicamente el Evangelio de Lucas 19:1-10, cuando Jesús se reunió con Zaqueo. “Cuando Jesús entra a Jericó ve toda esa gente reunida, me imagino que todos eran católicos de grupos religiosos y Él elige al corrupto para cenar. Cómo nos molestaría eso a nosotros, pero Jesús vino para los enfermos y eso es Bergoglio, vino para los enfermos, para los pobres, para los necesitados…“.

“De la misma manera, creo que no vino (a la Argentina) porque lo tuvimos mucho tiempo y prácticamente oculto. Vino, estuvo, caminó, eran las seis de la tarde y nadie sabía donde estaba él pero estaba visitando a un cura con problemas, a un pobre, era presente en esos lugares, no hay nada para juzgarle, no tenemos la altura para juzgarlo“, expresó.
El mundo extraña a Francisco, lo lloran los desprotegidos, los migrantes, las disidencias, los pobres, los que se vieron representados en su misión, pero Mónica y los que caminaron con el Obispo de Bajo Flores lo extrañan desde aquel marzo de 2013 que se fue dejando la homilía de Pascua en su escritorio. “Como decía Pironio: entre dos altares no hay distancia, así que estaremos desde acá, en cada misa, en cada templo, ahora tenemos que rezar por él para que él ahora rece por nosotros”.