Penas y alegrías electorales de la democracia

Por Álvaro José Aurane | Para Info del Estero

En la esfera del periodismo, pocas cosas son tan desafiantes, a la vez que incómodas, como abordar columnas de análisis político en víspera de elecciones. Pronosticar resultados es como el mítico fruto del árbol de la sabiduría del bien y del mal que se encontraba en el Jardín del Edén: se trata de un tentador objeto de deseo que, a la vez, es un objeto prohibido en términos profesionales.

Ni hablar de ocasiones como la actual, cuando hay que escribir entre dos fines de semanas electorales, signados por comicios locales cuyos resultados se han “nacionalizado”. Hoy ocurrirá eso con la votación porteña, sin importar que solamente se esté renovando la mitad de las bancas (30 son las que están en juego) de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La patria encuestadora arroja resultados disímiles. Unos sondeos dan primero a Leandro Santoro (Es ahora Buenos Aires), segunda a Silvia Lospennato (PRO) y tercero a Manuel Adorni (LLA). Pero otras dan segundo a los libertarios, delante de los macristas. Y no faltan las que, incluso, dan al vocero presidencial como ganador. Así que lo prudentees hablar del “final abierto”, que no deja de ser una buena noticia para la ciudadanía. En términos de Robert Dahl, si hay incertidumbre electoral entonces hay democracia. Porque eso significa que el poder sigue estando en manos del pueblo.

Precisamente, la confirmación de hipótesis es un ejercicio lícito en vísperas de elecciones. Sin pretensiones de leyes universales, se asomaron variables en los comicios de Salta, Jujuy, Chaco y San Luis que será interesante revisar a la luz de los resultados de esta noche.

Títulos y bajadas

Puestos en clave periodística, el resultado electoral domingo 11 podría sintetizarse en un título que dijese “Ganaron los oficialismos”. En esos cuatro distritos, en los que se renovaron parcialmente los poderes legislativos provinciales, los candidatos propuestos por los gobernadores se alzaron con la victoria. Eso sí: la “bajada”, el texto corto que va debajo del título, diría “Atentos con La Libertad Avanza”. Al Gobierno nacional le fue entre “bien” y “muy bien” en esos distritos, con la sola excepción de San Luis. En tierra puntana la Casa Rosada no bendijo ninguna lista, pero las dos que se “autopercibían” libertarias sumaron, en total, apenas un 10%. En Chaco, en cambio, la alianza con la UCR convirtió al partido de Javier Milei en socio minoritario de la victoria. En Jujuy, donde hasta hace una década el peronismo era el hegemón indiscutido, ganó el frente que conforman la UCR y el PRO (la antigua Juntos por el Cambio); y LLA fue la segunda fuerza. En Salta, los partidarios del Presidente fueron también los segundos en la partida, pero se anotaron el triunfo en la capital provincial.

De aquí se desprende, también, que los electorados capitalinos son esquivos a las constantes. En Salta, en 2019, Gustavo Sáez era intendente de la capital y fue electo gobernador, con el patrocinio del mandatario saliente, Juan Manuel Urtubey. Pero la ciudad de Salta consagró intendenta a Betina Romero, hija del ex gobernador y actual senador Juan Carlos Romero, adversario de Urtubey. Sin embargo, hace dos años, Betina vio frustrada su reelección a manos de Emiliano Durand, candidato de Sáenz. Ahora, Sáenz y Durand perdieron en ese distrito, que aglutina el 40% del padrón electoral.

Será revelador advertir cuál es el comportamiento del electorado porteño. Ninguna encuesta dio al PRO como ganador de la contienda, porque esa fuerza va a las urnas con el mercado electoral dividido. De un lado, Lospennato, candidata apoyada por Mauricio Macri y su primo Jorge Macri, actual jefe de Gobierno de la ciudad. Del otro, Horacio Rodríguez Larreta, que sucedió en la administración de CABA al primero de los primos y precedió al otro.

Desde principios de año, la pelea en ese territorio (el cuarto distrito electoral de la Argentina, con el 7,16% del padrón nacional) está centrada en determinar quién sacará más votos: si el PRO o La Libertad Avanza. El primero necesita aventajar al segundo para garantizar la supervivencia del partido y para reivindicar su valor como socio político del oficialismo. La Casa Rosada, en tanto, quiere el monopolio de la centroderecha argentina y sacar de la cancha al PRO y sus referentes.

Sin embargo, una cuestión no debe evadida: si al final del día La Libertad Avanza no es la fuerza más votada de todas en el escrutinio, esta será la sexta elección del año en la que las pretendidas “fuerzas del cielo” no conocen el paraíso de un triunfo incontestablemente propio (en Chaco estuvieron de prestados). El calendario de las urnas, este año, comenzó en Santa Fecon la elección de convencionales constituyentes. Allí LLA finalizó en un infernal tercer puesto. Luego: la pelea por la centroderecha que disputan Milei y Macri es real, pero ese árbol no debe tapar el bosque electoral.

De la misma manera, si Adorni terminase primero, el resultado no deberá ser subestimado: CABA por poco “pesa” electoralmente lo mismo que las cuatro provincias en que se sufragó el domingo pasado, que en total reúnen el 8.77 del padrón de todo el país.

En todo caso, el resultado de la pelea entre LLA y el PRO será decisorio respecto de si esas fuerzas se aliarán en provincia de Buenos Aires (el 37,04% de los electores argentinos vota en esa circunscripción) para enfrentar al peronismo. Si el PRO termina segundo, es mucho más probable que unan fuerzas, mientras que si termina tercero ello acaso envalentone a los “halcones” de la Casa Rosada que claman por una presunta “pureza” libertaria en la oferta electoral.

¿Y el peronismo?

La pregunta restante versa sobre el peronismo. Los resultados en Salta y Jujuy fueron penosos. Con el agravante de que el PJ se encuentra intervenido en esas dos provincias. En Jujuy, desde julio de 2023, durante el gobierno de Alberto Fernández. En Salta, desde febrero pasado, durante la primera reunión que encabezó Cristina Kirchner como presidenta del Consejo Nacional del PJ. Eso alentó las lecturas en torno de que el kirchnerismo estaba apagándose como proyecto político en el país.

Sin embargo, no debe confundirse peronismo con kirchnerismo. En todo caso, el kirchnerismo fue la versión del peronismo que ha signado el primer cuarto de siglo de esta centuria. Pero sin atenuar el porrazo que se dieron hace siete días en el NOA, en otras regiones al PJ no le fue tan mal. En la cuyana San Luis terminó segundo, en una elección polarizada por la pelea entre dos ex socios políticos. Por un lado, el gobernador Claudio Poggi, quien recuperó el poder hace dos años como candidato de Juntos por el Cambio (y en particular, del PRO). Por el otro, el ex gobernador Alberto Rogríguez Saá, que apadrinó a Poggi para que fuera electo gobernador para el período 2011-2015.

En Chaco, el peronismo disparó las alarmas: fue dividido entre la lista del ex gobernador Jorge Capitanich (33,5%) y la de AtlantoHoncheruk (11.3%). La suma es apenas inferior al 45,3% que consiguió la lista del gobernador radical Leandro Zdero, en yunta con LLA. Fue un empate técnico.

Si el ganador en la Ciudad de Buenos Aires hoy fuese Santoro, la inyección anímica para el peronismo no será para nada menor. Se confirmará aquello de que en la política no hay sorpresas, sino sólo sorprendidos. Porque si hay una lección que viene siendo enseñada por la realidad en las últimas cuatro décadas argentinas es que, en democracia, no se puede matar políticamente a nadie.

Sin delegados y con escasa república

Pero precisamente las lecciones de la democracia son las menos aprendidas durante estos decenios. Y ello ha quedado a la luz durante este primer semestre del electoralísimo 2025. Y por partida doble.

Por un lado, ya sea en el caso del oficialismo como de la oposición, se viene asistiendo hasta el momento a campañas vacías de propuestas, en la que todo el proselitismo se reduce a votar a Fulano de Tal, para que desde su banca haga exactamente lo que le pida el Gobierno; o Mengano de Cual, para que haga exactamente todo lo contrario a lo que pida el Gobierno, tal y como se lo ordena su partido. El resultado de esta prédica de la miseria política es la malversación de una forma de gobierno fundacional de este país. En la Argentina, el electorado no elige “delegados”, porque el pueblo nunca delega su poder, del cual es el soberano titular (de allí emana la soberanía). Lo que el pueblo elige son representantes. Por ende, el sistema de gobierno es representativo. Así que lo que se espera de ellos es que representen los mejores intereses para su pueblo y sus provincias, provengan del partido que provengan. Por eso la forma de gobierno también es federal. Y en tanto representantes podrán controlar a los poderes ejecutivos, porque si fueran “delegados” de tal o cual gobernante, entonces estarían imposibilitados para exigir que les rindan cuentas. Por eso la forma de gobierno también es republicana. Y ese poder del pueblo indelegable y esa forma de gobierno son creadoras de derechos. Lo dice el artículo 33 de la Constitución Nacional, cuando puntualiza que las garantías enumeradas en la Carta Magna de ninguna manera son todas: muchas más emanarán “del principio de la soberanía del pueblo y de la forma republicana de gobierno”.

Pero como los “representantes” están siendo reemplazados por “delegados”, y ello está resintiendo la forma republicana de gobierno, la segunda lección no aprendida en estos años se asomó en un hecho de mayúscula gravedad institucional, que por el fragor de la campaña electoral no ha tenido la trascendencia que se merece: esta semana debían comparecer ante el Congreso de la Nación dos ministros de Milei: el de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, y el de Economía, Luis Caputo. Fueron citados para dar explicaciones respecto del mayor escándalo de este Gobierno, uno de los más sonados desde el retorno de la democracia: la presunta estafa con la criptomoneda “$Libra”, promocionada por el mismísimo Presidente de la Nación.

Los funcionarios, sencillamente, no se presentaron en el Congreso y ello malogró una sesión de Diputados. Es decir, los representantes de Milei decidieron que no deben darles explicaciones de ninguna índole a los representantes del pueblo argentino. Con lo cual, la igualdad entre los poderes del Estado deviene ficción. El control del Congreso sobre el Poder Ejecutivo equivale a una expresión de deseo. La Constitución Nacional es letra muerta. Y el contrato social de los argentinos pasa a tener, más o menos, la misma entidad que el libro de cocina de doña Petrona C. de Gandulfo.

Ninguna campaña electoral debería hacer perder de vista que la institucionalidad y la legalidad se encuentran por encima de cualquier proselitismo. Si no le tienen amor al Estado Constitucional de Derecho, que tanto costó recuperar, por lo menos téngale respeto.