
Por Álvaro José Aurane | Para Info del Estero
Las encrucijadas les llegan a las sociedades en circunstancias diversas. Y no necesariamente se presentan como instancias claramente decisivas. O, en todo caso, no siempre se advierte (o no todos notan) que se trata de momentos en los cuales aquello que está en juego no son cuestiones de forma, sino de fondo. Que no están en discusión asuntos meramente materiales, sino cuestiones más profundas, como la consciencia social. Que no es la estructura sino la superestructura lo que está debatiéndose, dirían los marxistas. Que aquello que está jugándose no es la suerte de la base económica de un proyecto de gobierno, sino la mismísima concepción de las formas de vida que regirán en un Estado, con independencia del signo ideológico del gobierno que fuere.
Nuestro país se encuentra hoy en ese cruce de caminos. Dos vías son las que se presentan y resultan irreconciliables. En una senda, la niñez sigue siendo sagrada en la Argentina mientras rija el Estado Constitucional de Derecho, sin importar quién se encuentre circunstancialmente en el poder. En la otra, las garantías de protección para ese colectivo social son una variable de ajuste económico.
Eso y no otra cosa es el conflicto en torno del hospital Garrahan, la institución pediátrica más importante de esta nación. Donde miles de vidas se salvan cada año. Donde el congelamiento presupuestario arroja la institución al abandono. Donde los sueldos de miseria han provocado centenares de renuncias. Y donde el Gobierno nacional miente con descaro, mediante funcionarios con rango de ministros, para justificar que a la salud de los chicos también se la puede ajustar.
Lo sagrado
“Sagrado” es, según una acepción de la Real Academia Española: “Digno de veneración y respeto”. Precisamente, la niñez reviste esa sacralidad social en estas tierras y hay una extendida tradición legal al respecto. La Carta Magna nacional, a partir de su artículo 75, inciso 22, les otorga “jerarquía superior a las leyes” a los tratados internacionales. En el segundo párrafo, menciona entre estos acuerdos, a los que se confiere rango constitucional, la “Convención sobre los Derechos del Niño”.
A partir del artículo 24 de esa norma, la Argentina reconoce “el derecho del niño al disfrute del más alto nivel posible de salud y a servicios para el tratamiento de las enfermedades y la rehabilitación de la salud. Los Estados Partes se esforzarán por asegurar que ningún niño sea privado de su derecho al disfrute de esos servicios sanitarios”. Los firmantes de la Convención “asegurarán la plena aplicación de este derecho” y “adoptarán las medidas apropiadas” para “asegurar la prestación de la asistencia médica y la atención sanitaria que sean necesarias a todos los niños”.
Lo protegido
Dentro del Artículo 75 de la Constitución argentina, que consagra las “Atribuciones del Congreso”, el inciso 23 manda: “Legislar y promover medidas de acción positiva que garanticen la igualdad real de oportunidades y de trato, y el pleno goce y ejercicio de los derechos reconocidos por esta Constitución y por los tratados internacionales vigentes sobre derechos humanos, en particular respecto de los niños, las mujeres, los ancianos y las personas con discapacidad”.
Justamente, la Ley Nacional 26.061, “Protección integral de los derechos de las niñas, niños y adolescentes”, consagra en su artículo 14 el “Derecho a la Salud”. No sólo les otorga prioridad de atención en los centros de salud, sino que establece, taxativamente: “Las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a la atención integral de su salud, a recibir la asistencia médica necesaria y a acceder en igualdad de oportunidades a los servicios y acciones de prevención, promoción, información, protección, diagnóstico precoz, tratamiento oportuno y recuperación de la salud”,
Las estadísticas
El Garrahan es la materialización de esos fines previstos en la Constitución, los tratados internacionales de derechos humanos y las leyes nacionales. Esas normas se convierten en letra viva gracias a ese hospital que atiende el 40% de los casos oncológicos infantiles del país. Esa es la proporción: de cada 10 chicos a los que se les detecta un cáncer en este país, cuatro pasarán por allí.
En ese centro asistencial, gracias al cual la Argentina se encuentra en segundo lugar entre los países de toda América en materia de calidad de la prestación médica gratuita para los pequeños, se realizan más de 630.000 consultas anuales. Son más de 1.700 por día. Allí tienen lugar más de 10.000 cirugías por año, lapso durante el cual se realizaron 114 trasplantes, tanto de órganos como de médula. Además de niños que son pacientes oncológicos, se tratan allí a los que sufren cardiopatías, enfermedades neurológicas y poco frecuentes, entre otras patologías de alta complejidad.
El congelamiento
El personal de ese hospital, consagrado a salvarles la vida a generaciones de argentinos, denuncia que los acecha la parálisis institucional. Desde 2023 padecen el congelamiento de las partidas, porque, precisamente, el último Presupuesto General de la Nación de la Nación aprobado por el Congreso data de ese año. Tanto Javier Milei como Sergio Massa, cuando pasaron al balotaje, acordaron que el Congreso no votase la pauta general de ingresos y erogaciones para 2024 hasta que no se eligiese Presidente, para que el consagrado pudiera plasmar su plan de gestión en esa ley. A fines del año pasado, el gobierno libertario decidió que, a falta de consenso con diputados y senadores, tampoco impulsaría el debate del Presupuesto 2025. Así que el de 2023 viene siendo prorrogado. Y cada 1 de enero entran en vigencia las mismas partidas que ese año, pese a que la inflación las ha dejado completamente desfasadas.
Es decir, hay una comunidad de profesionales y de trabajadores de la salud que le está diciendo al Gobierno nacional que destine más dinero de los argentinos a atender la salud de los niños argentinos, pero por toda respuesta reciben amenazas de cesantías, promesas de descuentos de salarios y ofensas montadas en mentiras. Tanto el vocero presidencial, Manuel Adorni, como la viceministra de Salud de la Nación, Cecilia Loccisano, brindaron cifras mendaces sobre la estructura que hace posible que miles de argentinitos de todas las clases sociales puedan seguir viviendo.
Las mentiras
Adorni usó los micrófonos de la Casa Rosada para decir que el Garrahan tiene “953 empleados administrativos” y “sólo 478 médicos” de planta. “Prácticamente dos empleados administrativos por cada médico”, dijo. Loccisano, directamente, optó por denigrarlos. Lo hizo a través de su cuenta de “X”, en un posteo que respondió un cuestionamiento de Elisa “Lilita” Carrió, que tildó de “escándalo moral” el “desfinanciamiento” del hospital pediátrico por parte del Gobierno nacional. “Sí, Lilita. Es
un escándalo que haya 953 burócratas en el Garrahan y solo 478 médicos de planta”, descalificó la viceministra. “Y que los sueldos de los administrativos superen al presupuesto de todo el cuerpo médico”, sentenció, faltando a la verdad.
Sumando médicos de planta, médicos residentes, bioquímicos, enfermeros y demás trabajadores de la salud abocados a las tareas asistenciales, el personal de esa área son 3.190. No hay 953 “administrativos”, porque dentro de ese rótulo los funcionarios incluyen camilleros, personal de limpieza, enfermeras, técnicos y choferes de ambulancia. Con lo cual, los “administrativos” son en realidad 473. Y, entre otras tareas, llevan a cabo la actualización permanente de las historias clínicas digitales, una de las muchas tareas sin las cuales el centro de salud no podría funcionar.
En cuanto a los “1.200 contratados” de los que hablaron otros comentarios oficialistas, no son otros sino los médicos residentes. Esos que se desviven por sus pequeños pacientes por un sueldo que en abril fue de 797.061 pesos. Es menos de la cuarta parte de lo que gana Adorni por difundir datos que no son reales, dado que con su rango de ministro gana 3.584.006 pesos, considerando que esa es la remuneración de Karina Milei, secretaria general de la Presidencia, también con rango ministerial.
Esos profesionales y trabajadores de la salud son los que están llevando adelante medidas de fuerzas. Piden más recursos para el hospital y un salario que se encuentre por encima de la “Línea de Pobreza”, determinada por el costo de la canasta básica, hoy por arriba de 1.200.000 pesos.
Pero los hombres y las mujeres de la salud siempre están en desventaja a la hora de las protestas: a lo sumo suspenden los consultorios externos, pero jamás dejan tratamientos sin brindar ni emergencia por atender. Les resulta intolerable pensar que un paciente pueda morírseles porque su urgencia se quedó sin atención. Y ese altruismo, que es un compromiso con la ética, se convierte en una debilidad frente a un Gobierno que, evidentemente, no padece el mismo desvelo.
Lo irrenunciable
Los creadores “no hay plata” y “la motosierra”, ¿no consideran que la niñez argentina representa un límite? “Sagrado”, según la Real Academia Española, también significa “irrenunciable”. El plan de ajuste, ¿hará que el Estado renuncie a garantizar “el derecho del niño al disfrute del más alto nivel posible de salud y a servicios para el tratamiento de las enfermedades y la rehabilitación de la salud”, como lo ordena la Constitución? ¿Los argentinos están dispuestos a aceptar esa renuncia?
En lugar de responder, el gobierno, a través de sus voceros, prefiere mentir. Pero las patas de la mentira son más cortas que las piernitas de los niños que se atienden en el Garrahan. Porque la cantinela de que todo es “un curro” para justificar la poda indiscriminada de recursos encuentra, en el principal hospital pediátrico de la Argentina, se torna insostenible. Y con ello, el “relato” libertario también se tambalea. Sobre todo si resulta que todo es “un curro” (las jubilaciones, las universidades públicas, el Conicet…), menos la criptomoneda “$Libra”. Ese era un “proyecto privado que se dedicará a incentivar el crecimiento de la economía argentina, fondeando pequeñas empresas y emprendimientos argentinos”, según la promoción que hizo personalmente Milei en un tuit. Después, unos pocos se llevaron centenares de millones de dólares aportados de buena fe por muchos. Es una suerte que esa no se tratase de una estafa, sino, tan sólo, de que el Presidente de la Nación, especialista en teoría monetaria según su currículum, no estaba bien “interiorizado” acerca de cómo funcionan las monedas “crypto”…