Tractores de madera y recuerdos de gasoil: la pasión artesanal de Pablo Gómez

Desde un rincón rural de Santiago del Estero, un efectivo policial da vida a réplicas de maquinaria agrícola que evocan recuerdos de infancia y despiertan emociones en cada cliente. Con madera, pasión y memoria, Pablo Gómez transforma su historia personal en arte.

Una infancia entre tractores

Pablo César Gómez, de 39 años, es funcionario policial, pero su verdadera vocación corre sobre ruedas. No las de una patrulla, sino las de tractores de juguete, miniaturas de maquinaria agrícola que él mismo diseña y fabrica con una precisión obsesiva y un amor profundo. Su historia, como muchas en el interior del país, nace en el campo y se esculpe con madera.

“Mi papá fue empleado rural toda su vida. Me llevaba con él y me sentaba sobre su regazo mientras manejaba el tractor. Me dejaba tomar el volante… para mí era un sueño. Ahí nació mi pasión por las máquinas”, cuenta Pablo con la nostalgia a flor de piel. “En la adolescencia también hacíamos lo mismo pero ya no podía hacerme “upa” sino que la historia era al revés, él se sentaba a mi lado y yo manejaba”, contó.

Esa pasión se transformó en un juego de la infancia. Sus juguetes eran tractores, jaulas con vacas, y él mismo comenzó a fabricar sus propios arados. Años después, esa fascinación infantil se convertiría en un oficio artesanal tan particular como entrañable.

El impulso inesperado

La chispa que encendió este emprendimiento llegó en medio de la pandemia, en el año 2020. Pablo vivía en Los Juries y encontró unas maderas de descarte. Con ellas, construyó un tractor Zanello 700 articulado con una rastra de discos, pensado como simple decoración para su casa. Pero el destino tenía otros planes.

“Una amiga lo vio, le sacó fotos y las subió a su estado de WhatsApp. Su patrón, Daniel Pogonza, dueño de Agrototor, una empresa de reparaciones agrícolas, me llamó al día siguiente. Lo llevé a mostrarle el tractor y quedó encantado. Ese fue el puntapié de todo.”

A partir de ese encuentro, no solo recibió múltiples pedidos de Pogonza, sino también valiosos consejos sobre cómo vender y posicionar sus productos en un mercado donde este tipo de artesanía no es común.

Una labor en equipo

Las maquetas están hechas casi en su totalidad con fibrofacil. Pablo se encarga del diseño y el corte preciso de cada pieza. Luego entra en acción su compañera de vida, Sabrina Vega. Ella es quien aplica el toque final con pintura, detalles estéticos y acabados. “Somos un equipo. Ella embellece lo que yo creo”, afirma con orgullo.

Cada pieza lleva un trabajo meticuloso. Se realiza un simulacro de armado antes del montaje final, donde se ajustan proporciones, se instalan luces si el cliente lo solicita, y se sella el conjunto. Los modelos pueden variar desde una versión base hasta una full réplica, con plazos de entrega que oscilan entre 10 días y un mes.

Un oficio que emociona

Lo que empezó como una forma de evocar su infancia se transformó en una actividad con fuerte carga emocional, tanto para él como para sus clientes. “Muchos encargan réplicas de maquinaria que perteneció a sus padres o abuelos. Entregar esos trabajos es entregar una parte de su historia. Hay una satisfacción recíproca: económica, sí, pero sobre todo emocional.”

Desde aquel primer tractor, Pablo y Sabrina ya han fabricado más de 30 piezas: monotolvas, rastras, casillas, tolvas semilleras y más. Algunos de los clientes que confiaron en su trabajo son Federico Bernetti, Schiel Camilo, Carbajal Javier, Bertoli Débora, Lami Fabiana, Contreras Diego y Leguizamón Gabriel, entre otros.

Conectado al pasado, proyectando futuro

Actualmente, Pablo trabaja en una empresa de acopio de cereales, lo que le permite seguir conectado a ese mundo rural que lo marcó de por vida. Pero su verdadero refugio está en el taller, donde los aromas a madera y gasoil lo transportan al campo de su infancia.

“Cuando siento olor a gasoil le digo a Sabrina: ‘ese olorcito me recuerda a mi viejo en el campo’. A eso le llamo pasión.”