Infertilidad y baja en la tasa de natalidad: ¡tu útero, tu culpa, mujer!
Captura del capítulo 1 de El Cuento de la Criada en donde muestran la baja de natalidad enel Centro Rojo, lugar donde educan y preparan a las criadas que serán enviadas a casas de la elite para tener hijos.

Por Lourdes Suarez Torres

Hoy se emitió en Latinoamérica el último capítulo de El cuento de la criada y, sinceramente, cada vez cuesta más distinguir la ficción de la realidad. La baja en la natalidad es un fenómeno global, sí. Pero lo verdaderamente preocupante no es que nazcan menos bebés, sino el crecimiento de discursos de odio, como los que sostienen la cúpula y el mismísimo presidente Javier Milei, que pretenden culpar a las mujeres por esa baja, como si fuéramos fábricas defectuosas que dejaron de cumplir su función social.

Mientras tanto, se pone en duda el acceso a derechos conquistados con décadas de lucha feminista, sudor, lágrimas y resistencia. Se habla con liviandad de “recuperar los valores tradicionales”, como si eso significara otra cosa que devolvernos a la cocina, despojarnos de autonomía, y encadenarnos nuevamente al mandato de la maternidad obligatoria. Así lo dejó entrever el abogado libertario Francisco Oneto, cuando sugirió que el problema es que las mujeres salimos a trabajar y dejamos de quedarnos en casa “a hacer lo que hay que hacer”.

Y ni hablar de lo que dijo Miguel Ángel Schiavone, rector de la Universidad Católica Argentina, en el Congreso de la Nación durante el Día del Niño por Nacer: que las parejas modernas primero quieren el departamento, después el viaje a Europa, después un destino exótico, y recién entonces —¡oh, tragedia!— se acuerdan de tener un hijo. Un relato moralista que acusa de hedonismo a quienes no tienen hijos por decisión o por imposibilidad económica, sin mirar un solo dato sobre precarización laboral, inflación o desigualdad.

Una vez más, todo se reduce a culpar a la mujer. ¿Y el deseo? ¿Y las condiciones materiales? ¿Quién quiere tener un hijo cuando tiene que trabajar 12 horas para pagar un alquiler? ¿Dónde está la libertad si tener hijos es una condena cuando no tienes red, ni casa, ni tiempo, ni garantías?

Y aún en los casos donde sí existe el deseo de maternar, el contexto empuja al límite: sueldos bajos, jornadas laborales eternas, licencias maternales mínimas o inexistentes, nulo acompañamiento del Estado. Trabajar y criar se convierte en una carrera de obstáculos diseñada para que la mujer se sienta culpable por correr y por detenerse.

¿Y los varones? Bien, gracias. A nadie parece importarle que miles de mujeres tengan que judicializar las cuotas alimentarias porque los padres desaparecen, simbólica y económicamente. ¿Alguno de estos voceros del “colapso de la natalidad” culpó a los hombres? No. Porque quien pone el cuerpo —y lo sigue poniendo— es la mujer. Para gestar, para parir, para criar, para resistir, para abortar cuando no puede o no quiere seguir. Pero hasta para eso, para ejercer el derecho a decir “no”, se nos ponen trabas, culpas y barreras.

Hoy, Día de la Fertilidad, se habla de tratamientos de reproducción asistida, de avances científicos, de nuevas posibilidades. Pero también de barreras económicas brutales. Porque todas las alternativas en relación a esto son costosísimas, y sí, existe una ley que obliga al Estado a cubrir estos tratamientos. Pero no hay presupuesto, no hay voluntad, no hay acceso. ¿No era que el Estado no debía meterse en esos temas? Ah, cierto: solo si se trata de obstaculizar derechos a mujeres. Si puede haber negocio, bienvenidos los recursos.

Así que ahí estamos. Si no quieres tener hijos, sos egoísta. Si quieres y no puedes, arreglate sola. Si tienes pero no puedes mantenerlo, es tu problema (al igual que si nace con alguna discapacidad). Y si quieres abortar, mejor que te prepares para el peregrinaje institucional. En todos los casos, la culpa es tuya.

Porque claro, en esta distopía tan real, la única política de natalidad es la de siempre: que la culpa sea de la mujer. Siempre. Y en lo posible, que además lo agradezca.