
Un episodio digno de película de terror sacudió a la localidad de Aimogasta, en la vecina provincia de La Rioja, donde un joven habría sido víctima de una posesión demoníaca tras jugar al juego de la copa. El hecho, que ocurrió el lunes por la noche en el Hospital San Nicolás, quedó envuelto en un halo de misterio y despertó un fuerte debate entre lo científico y lo sobrenatural.
Según trascendió, una familia de San Blas de los Sauces llegó desesperada al nosocomio con su hijo adolescente, quien presentaba un comportamiento violento, con una mirada perdida y una voz que, según testigos, “no era la suya”. Los padres señalaron que el joven había participado horas antes del conocido juego de invocación de espíritus (“el juego de la copa”), lo que encendió todas las alarmas.
Ante la gravedad del cuadro y la falta de respuestas clínicas, los médicos llamaron al doctor Ramón Cativas, un reconocido profesional de la zona, respetado no solo por su labor médica sino también por su apertura a fenómenos que escapan a la ciencia, explicaron diarios de la zona. Fue él quien, al acercarse al paciente, vivió un momento escalofriante: al preguntarle su nombre, el muchacho respondió con una voz grave y desafiante. Sin dudarlo, Cativas apoyó su mano en la frente del joven y comenzó a rezar en voz alta. Minutos después, y para sorpresa de todos, el adolescente se calmó por completo.
El médico explicó luego que no se trataba de un cuadro médico tradicional, sino de un episodio de carácter espiritual. Aconsejó a la familia continuar con cadenas de oración para la recuperación del muchacho.
Este presunto exorcismo no sería el primero en la carrera del doctor Cativas, a quien muchos vecinos consideran un “médico del alma”. En Aimogasta, aseguran que ha intervenido en otros episodios similares, incluso en su propia casa.
El caso está siendo investigado por las autoridades, pero mientras tanto, la comunidad no habla de otra cosa. ¿Milagro, sugestión o intervención sobrenatural? La historia del joven poseído divide las aguas entre creyentes y escépticos, y deja al descubierto que, en pleno siglo XXI, lo inexplicable todavía tiene un lugar en la sala de guardia.