
Adriana Pacheco tiene de esa “sangre” que parece difícil de encontrar a veces. No es por su grupo, ni por el factor. La de ella es sangre “altruista”, de esa que lo lleva a uno a prescindir una lección de vida para ayudar al prójimo.
Por más de 20 años, esta santiagueña vecina del barrio San José de Flores, fue donante voluntaria. El 1 de junio acudió con cierto apuro a su última extracción en el Centro Provincial de Sangre. Es que estaba próxima a cumplir los 65 años (5 de junio), edad tope para donar, de acuerdo a la ley.
Hasta ese momento, Adriana le aportó al sistema sanitario provincial, un recurso valiosísimo e irremplazable para tratar a pacientes con diferentes enfermedades o en circunstancias más que apremiantes, como por ejemplo, cirugías y accidentes. Por eso es que su voz es fundamental en este Día Mundial del Donante Voluntario.
En nuestro país, solo el 55% de las donaciones provienen de personas voluntarias; mientras que en la provincia, el porcentaje se reduce al 35%. Se estima que un número importante de la población está en condiciones de donar y que muchas personas se abstienen por miedo o por desconocimiento. Pues, no es un ámbito que se salve de los mitos.
“Adri” se acercó por primera vez al servicio de hemoterapia, cuando solo era una sala más en el edificio del Hospital Regional. Antes de hacerlo escuchó de sus allegados algunos rumores sin sustento médico.
“Había gente que me decía: ‘si te sacan sangre una vez, te tienes que sacar siempre porque te va a subir la presión, te vas a enfermar y vas a engordar’. Muchas personas me han dicho lo mismo. Pero desde que dono sangre hasta ahora nunca he tenido un problema de salud y me he mantenido en mi peso”, desmintió.
Un compromiso con la vida y la salud
No hubo en la historia de Adriana ni en la de sus seres queridos una situación apremiante ligada a la salud. Aún así, no podía dejar de ponerse en el lugar de los pacientes que necesitaban de sangre para continuar con su vida o fortalecer su salud.
Cada vez que en televisión avisaban que alguien necesitaba X cantidad de donantes, pensaba en la desesperación de ese paciente o de sus familiares que contrarreloj debían buscar algún “alma caritativa”. Ella cumplía con los requisitos para donar, así que fue hasta el nosocomio y manifestó su voluntad.
Ya no recuerda para quién era específicamente, pero poco importa. Lo esencial es que colaboró para que un adulto o un niño pueda seguir con vida o mejorar su salud. Se sintió reconfortada de colaborar y regresó cada vez que se enteró de que alguien precisaba sangre.
“En ese entonces no existía el banco de sangre, no existían los ‘donantes voluntarios’, digamos; era algo más esporádico. Uno iba ante un llamado de la gente, de algún vecino, de algún conocido. Iba a donar para tal persona”, recordó.
En su caso, donó en el Regional y en el centro privado “Bouzón”, hasta que se construyó el Centro Provincial de Sangre en calle Moreno2203. Con él, una nueva perspectiva ligada a los conceptos de “donante voluntario” y de “sangre segura” que no eran tan conocidos.
Los donantes voluntarios y habituales son aquellos que donan su sangre de manera anónima, no remunerada y periódica, sin que nadie se lo solicite, sin responder a la necesidad de un paciente específico. esto, en contraposición a los donantes por “reposición”, que solo lo hacen ante una situación de emergencia. Es decir, en respuesta al pedido de un familiar, amigo o conocido que lo necesita.
Historias que la conmovieron
A lo largo de estas dos décadas, Adriana conoció varios testimonios de donantes. Recuerda que en una oportunidad se encontró en el Centro de Sangre con un empleado de Ersa, cuyo “voluntariado” había comenzado de manera inesperada.
Un día le golpearon la puerta de su casa y atendió a un hombre desesperado en busca de donantes para su hija que estaba grave. “Estaba pidiendo de favor, clamando, para que le done para su hijita que tenía leucemia y necesitaba 30 dadores”, rememoró “Adri”. Desde ese entonces, el hombre tomó conciencia de la situación, “de lo feo por lo que pasaba ese padre”. “Él me decía que se ponía en el lugar del hombre. ‘Y pensaba: yo tengo vivienda, trabajo. Estaba cómodo en mi casa y ver esta situación de este señor me hizo tomar conciencia…”, parafraseó.
En otra ocasión, pudo dialogar con un joven bandeño que se convirtió en donante voluntario, luego de que la salud de su hermana estuviera en riesgo. La gente respondió y se acercó a donar ante los llamados desesperados de su familia. Tras esto, él supo lo “importante” que era sumar voluntarios.
“Es algo que a uno lo reconforta”
“El primero de junio voy a donar porque el 5, el sistema ya me iba a me va a rechazar porque cumplía los 65”, señaló Adriana tras cumplir con su meta solidaria. Muy satisfecha por poder colaborar, agradeció al personal de Centro Provincial que fue “muy amable, muy atento y respetuoso”.
Por esto, a quienes están en condiciones de donar y nunca lo hicieron, o solo en casos puntuales, les pide que “se animen, porque gozando de buena salud, es una ayuda y es algo que a uno lo reconforta”. “Sabemos que la sangre no es algo que uno pueda elaborar, que no se puede conseguir; más en estos tiempos… Eso va a ser de gran ayuda para otras personas. Yo les pediría que se animen a dar una mano al prójimo”, exhortó.
Para esta donante “jubilada” siempre fue una cuestión de solidaridad y gratitud. “Quería ser agradecida a la vida de las cosas que Dios le da a uno. A mí me ha dado salud, nunca he sufrido ninguna enfermedad”, dijo y remarcó sus intenciones de “devolver” a otros esa “bendición”.
Pese a los avances científicos, la sangre no puede fabricarse y los seres humanos dependemos unos de los otros para salvarnos.