
Giovanni nació por cesárea el pasado 26 de abril en una clínica de la ciudad de Córdoba. Durante sus primeras horas de vida, su estado de salud era estable y no presentaba complicaciones. Sin embargo, a poco de nacer, un leve quejido y una baja saturación de oxígeno encendieron las alarmas del equipo médico. Fue entonces cuando los profesionales decidieron intubarlo y administrarle una dosis de fentanilo como sedante, sin imaginar que esa medicación desataría una pesadilla para su familia.
El pequeño fue sedado para sincronizar su respiración con el respirador mecánico, un procedimiento habitual en casos similares. Pero el 9 de mayo marcó un antes y un después. Giovanni sufrió una grave descompensación y los médicos no ofrecían esperanzas de vida. Ese mismo día, la ANMAT emitía una alerta nacional por la detección de fentanilo contaminado en hospitales y clínicas de todo el país.
Para Sol Basualdo y Darío, sus padres, aquella alerta fue la primera explicación concreta a la infección severa que mantenía a su hijo al borde de la muerte. Los estudios revelaron que Giovanni había contraído la bacteria Klebsiella, y que ningún otro paciente ni personal del centro médico portaba la bacteria. Todo indicaba que el sedante contaminado había sido el origen de la infección.
“Nosotros no sabíamos de dónde se la había agarrado. Ahí sabíamos que el bebé estaba siendo sedado con eso y era lo más probable, porque no había otra forma de explicarnos la causa de su enfermedad”, explicó la madre en declaraciones radiales.
Desde entonces, la vida del pequeño y su familia quedó anclada a la clínica Vélez Sarsfield. Las secuelas de la infección son profundas: Giovanni no puede alimentarse por vía oral debido a un problema de reflujo y necesita de una sonda para recibir nutrición. La familia espera una operación de botón gástrico que permitirá alimentarlo directamente al estómago y, con suerte, iniciar su recuperación en casa.
“Hace tres meses que venimos con esto. Nos la pasamos la mayoría del día en la clínica, haciendo la vida como si nada pasara”, relató su madre, quien remarcó que en la historia clínica constan los cultivos positivos de Klebsiella y el uso de fentanilo como parte del tratamiento.
En paralelo, los padres del bebé, junto a su abogado Carlos Nayi, presentaron una denuncia penal contra el Ministerio de Salud de la Nación, el Ministerio de Salud de Córdoba y la clínica privada en la que se administró el fármaco. “Estamos frente a una criatura que ha sobrevivido a situaciones críticas y no sabemos el nivel de secuelas que le van a quedar”, advirtió el letrado. El objetivo es que la Justicia identifique todos los niveles de responsabilidad en la cadena de fallos que permitió que un medicamento contaminado llegara hasta un paciente recién nacido.
El caso de Giovanni se inscribe en una investigación federal que ya contabiliza 68 fallecimientos vinculados al uso de fentanilo contaminado en hospitales y clínicas de Buenos Aires, CABA, Santa Fe y Córdoba. Una de esas muertes se produjo en la misma provincia donde lucha por su vida este bebé.
La investigación está en manos del juez federal Ernesto Kreplak, quien investiga a la empresa HLB Pharma Group S.A. y a su elaborador exclusivo, Laboratorios Ramallo, por la producción y distribución de fentanilo clínico contaminado. La Justicia ya imputó a 24 personas, trabó la inhibición general de sus bienes y les prohibió salir del país.
En medio de este complejo entramado judicial, Giovanni se convirtió en un símbolo de lucha. Contra todo pronóstico, sobrevivió. Ahora, su familia busca no sólo justicia, sino también asegurarle un futuro digno luego de haber atravesado, en sus primeros días de vida, una de las situaciones más dolorosas y evitables del sistema sanitario argentino.