
Karina Milei acudió al Instituto Hispano Argentino Pedro Poveda para emitir su voto luego de una semana ajetreada por la filtración de audios y las acusaciones de que cobraría el 3% de retornos por medio de la Agencia Nacional de Discapacidad.
La Secretaria General de la Presidencia llegó en medio de un fuerte operativo de seguridad para evitar cruzarse con la prensa. Su arribo fue poco después de las 12.15.
El foco estaba puesto en la mesa 124, orden 212, y apenas apareció por el pasillo, la escena se transformó: estaba escoltada por un grupo grande de militantes. La rodeaban por todos lados para que nadie pudiera acercarse.
Ella tenía la mirada seria, y no dijo nada mientras esperaba en la fila para votar en su mesa. Mientras tanto, la prensa se acomodaba como podía alrededor para registrar cada movimiento. Los aplausos marcaron su ingreso y egreso y la expectativa se mantuvo hasta que finalmente emitió su voto.
“Yo no soy candidata”
Al salir del cuarto oscuro, Karina se dio la mano con las tres fiscales de mesa como gesto protocolar. Solo sonrió después de dejar el sobre en la urna. Luego buscó descomprimir la tensión que la rodeaba. “Yo no soy candidata a nada. Nunca hablo”, repitió en varias oportunidades, mientras le consultaban por el escándalo de los audios y las presuntas coimas en el área de discapacidad.
Es lo único que dijo. Ella no emitió más palabras que eso, en lo que pareció un intento de marcar distancia frente a las especulaciones.
Tras sufragar, abandonó el lugar en medio de un aplauso cerrado, pero optó por no elegir la estrategia que se había comentado desde temprano: ingresar por la puerta principal y retirarse por otra salida para evitar incidentes. Es decir, entró y salió por la puerta principal.
“Olé, olé, olé, jefe, jefe”, cantaban un grupo de militantes que la siguieron de cerca mientras salía.
“¡Chorra!“, arremetió un transeúnte que cruzaron ya en la calle.
En todo momento, la hermana del presidente Javier Milei permaneció rodeada por ese escudo humano: jóvenes de traje azul celeste y corbatas chillonas y otros muchachos de mayor porte, que parecían guardias de seguridad.
“¿Van a jugar en contra los audios?”, le preguntó una cronista que intentaba acercarle el micrófono. Pero ella siguió con la vista al frente y en completo silencio.
Fue una caminata de paso rápido, que se estiraba. Caminó dos, tres, casi cinco cuadras hasta Avenida del Libertador.
“¿Alguna reflexión Karina?“, insistía una cronista que no lograba sacar una sola palabra a la secretaria general de la Presidencia. No pareció casualidad que no se subiera rápidamente a un auto como lo suelen hacer otros funcionarios después de votar.
Algunos periodistas se quejaron de que la seguridad y los militantes que la rodeaban los empujaron para alejarlos.
“¡Vamos Jefe!”, la alentó otro militante. “Vos podés caminar la calle y Cristina no”, le gritó.
Finalmente, sobre la avenida del Libertador se subió a un auto. Y se fue tal como llegó: sin responder a preguntas, casi sin emitir palabra.