
En el barrio Colonia Osvaldo de la ciudad de Añatuya, departamento Taboada, una querida vecina celebra un acontecimiento muy especial. Doña Nicanora Fernández cumple hoy 104 años de vida, según el testimonio de sus familiares y seres queridos. Sin embargo, según relatos familiares, su edad real podría ser incluso mayor.
De acuerdo con Norma Rojas, una de sus “hijas del corazón”, y según lo narrado por la única hermana con vida de Doña Nicanora, su documento fue emitido cuando tenía aproximadamente 12 años, y allí figura como clase 1913. Esto sugiere que su edad podría superar los 104 años actuales.
A los cuatro años, Nicanora perdió la visión en ambos ojos. Pese a esta adversidad, desarrolló una gran autonomía, siendo capaz de valerse por sí misma y, desde muy joven, asumir la responsabilidad del cuidado de sus sobrinas –también consideradas hijas del corazón– Norma y Nélida Rojas.
“Mi papá era hermano de Nicanora. Cuando él falleció, después de la muerte de mi madre, fue ella quien nos crió junto a nuestra abuela Teodora. Yo me quedé en Añatuya y Nélida se fue a Buenos Aires de grande. Además, su única hermana con vida, de un total de diez hermanos, vive en la casa de al lado”, explicó Norma Rojas.
Actualmente, Doña Nicanora vive en silla de ruedas y padece Alzheimer. Se encuentra al cuidado de Norma, quien la acompaña diariamente en su hogar ubicado en la calle Carlos Gardel del barrio Colonia Osvaldo.
A pesar de ser no vidente, Nicanora siempre se manejó de forma independiente. “Hacía todo sola, hasta cebar mate”, cuenta Norma. Su fe católica y su carácter afable la convirtieron en una persona muy querida en toda la comunidad.
Nélida Rojas, también considerada una hija del corazón, expresó: “’Nikita’ para nosotras es mamá, papá, hermana mayor, amiga y consejera. Le debo todo lo que soy. Ella nos acompañó, nos hizo terminar la escuela primaria, nos llevó a la catequesis. Siempre cuento a mis hijos la vida sufrida que tuvimos, pero también agradezco a Dios por Nikita y por la abuela Teodora, quienes nos criaron con amor, haciendo pan casero y rosquetes. Hoy estoy viajando para darle un gran abrazo. Cada vez que la veo, le digo al oído que la amo y que estoy muy agradecida”.
La historia de Doña Nicanora es un testimonio de fortaleza, dedicación y amor incondicional, que continúa inspirando a su familia y a toda la comunidad.