El Guardia Nacional: el primer periódico santiagueño y la raíz política de nuestro oficio

Por Lourdes Suarez Torres

¿Sabías que Santiago del Estero fue la última provincia del país en tener un periódico propio? Y que, encima, llegó casi de rebote, como parte de pago de una deuda que Tucumán mantenía con nuestro gobierno. A finales del siglo XIX, mientras en otras ciudades del país los periódicos ya eran espacios de debate político, en nuestra provincia el periodismo no estaba ni cerca de ser una prioridad.

El primer periódico santiagueño se llamó El Guardia Nacional. Su primer ejemplar apareció el 17 de septiembre de 1859, y con esa fecha comenzó a escribirse la historia del periodismo local. No por casualidad, mucho tiempo después, en 1942, cuando se organizó el Círculo de la Prensa, se decidió conmemorar ese día como el inicio formal de la actividad periodística en Santiago del Estero.

Para conocer más sobre aquel momento fundacional, conversamos con Ernesto Picco, profesor de la cátedra de Historia de los Medios en la Licenciatura en Periodismo de la Universidad Nacional de Santiago del Estero. Nos encontramos en el Centro Cultural del Bicentenario, un sitio que guarda su propia carga simbólica: en esa misma cuadra, en pleno siglo XIX, funcionaban la Casa de Gobierno, el Palacio de Justicia y el Cabildo, y allí mismo se instaló la primera imprenta de la provincia.

“Santiago era la única provincia que no tenía periódico —nos recuerda Picco—. La imprenta llegó junto con Juan Francisco Segundo Borges, el primer gobernador constitucional, y apareció casi como una casualidad: Tucumán tenía una deuda con Santiago y entregó la máquina como parte de pago”.

Un periódico de gobierno

El Guardia Nacional fue, como su nombre lo indica, una publicación vinculada directamente al poder. Se imprimía los sábados en un formato de 30 por 40 cm, con un tiraje de apenas 150 ejemplares. Su voz era la del gobierno de turno y su primer tipógrafo fue Segundo Araujo, quien había aprendido el oficio gracias a un experto tucumano, Pedro F. Robles.

“Robles no solo puso en condiciones la imprenta —nos cuenta Picco—, también enseñó el arte tipográfico a cinco santiagueños: Segundo Araujo, Crisólogo Agüero, Crisóstomo Encalada, Ramón R. Bravo y Mauro Figueroa”. Sin embargo, la experiencia duró poco: en 1860, apenas un año después, el gobernador Pedro R. Alcorta ordenó suspender su publicación alegando “escasez de recursos”.

La primera grieta del periodismo local

Aunque breve, esa primera experiencia abrió el camino. Con el correr de las décadas, el periodismo santiagueño fue encontrando su identidad en medio de tensiones políticas. Picco señala un ejemplo claro: “La primera gran grieta del periodismo local se dio en la época de Absalón Rojas. Por un lado estaban los rojistas y por otro, los anti-rojistas. Entre estos últimos surgieron los primeros grandes periodistas santiagueños, como Manuel Gorostiaga y Pablo Lascano”.

Es decir, desde sus orígenes, la prensa en Santiago no fue un espacio neutral, sino un terreno de disputa política. Algo que, según nuestro entrevistado, nunca dejó de ser así.

“El periodismo es un oficio profundamente político —afirma Picco con convicción—. Incluso hoy, cuando la profesionalización del periodismo intentó marcar una separación, lo que hacemos sigue siendo político. Porque construir un discurso sobre la realidad siempre implica elegir, organizar, explicar y darle un sentido a lo que pasa. Y eso, inevitablemente, es político”.

Recuperar la memoria

Si hoy recordamos cada 17 de septiembre como el Día del Periodismo Santiagueño es porque alguien se ocupó de rescatar esa fecha en el tiempo. “Fue Samuel Yussem —explica Picco— quien en 1942 intentó darle al periodismo santiagueño una fecha de nacimiento. Ese año, en la Biblioteca Sarmiento, organizó una celebración y propuso que se tomara como referencia el día en que apareció El Guardia Nacional”.

Desde entonces, esa efeméride quedó instalada como parte de nuestra memoria colectiva. Y más allá de la anécdota de la imprenta llegada de rebote o de la corta vida del primer periódico, lo que se celebra es la posibilidad de reconocernos en una tradición que sigue viva.

Del pasado al presente

Nos resulta inevitable pensar en las diferencias y similitudes entre aquella Santiago de mediados del siglo XIX y la ciudad que habitamos hoy. Entonces éramos la Madre de Ciudades, y la única provincia sin periódico; hoy convivimos con múltiples medios y en todas las plataformas, y son escenario de debates de toda índole. Sin embargo, como bien señala Picco, “ninguno de los problemas que tenemos ahora es completamente nuevo. La historia sirve para entender que las tensiones que vivimos ya existieron, con otros matices, en distintas épocas”.

Volver al pasado nos ayuda a poner en perspectiva las discusiones actuales. En tiempos en que algunos sectores proponen “borrar la historia” en nombre del progreso, recordar nuestros orígenes se vuelve un ejercicio necesario.

Y quizás ahí radique el verdadero valor de conmemorar cada 17 de septiembre: no se trata solo de mirar hacia atrás, sino de reconocer que lo que somos hoy como periodistas y como sociedad también se explica por esas primeras voces impresas, aquellas que inauguraron un camino que, con altibajos y grietas, nunca dejó de escribirse.