“Mi papá, el profesor Argañaráz”, recuerdos de un maestro rural que marcó la historia de Pozo del Chañar
Homenaje al profesor Cristóbal Argañaraz en el Día del Maestro Rural

Era el año 1952 y un recién recibido Cristóbal Argañaráz tomó una decisión que cambiaría su vida. Es que con apenas 18 años se hizo cargo como director interino de una escuela recién creada en Pozo del Chañar, Sumampa, departamento Quebrachos. Quizás siempre supo que su vocación en la vida era ser maestro, pero lo que no sabía era que el desafío de serlo dejaría una huella que se evoca hasta la actualidad a través de las memorias orales de sus ex alumnos, del libro que él escribió y de su familia.

Este Día del Maestro Rural, queremos homenajear, a través de Cristóbal, a todos aquellos que dedican su vida a cambiar las realidad de otros. Info del Estero habló con sus hijos Nelson, Rossana y Liliana quienes lo recuerdan con emoción, pero también con el orgullo de haber heredado un apellido que despierta el cariño de tantas personas al escucharlo.

“Mi papá ha sido una especie de Shunko“, reconocen al hacer un paralelismo con la novela de Jorge Washington Ábalos. Una historia que describe al docente que llega con una misión, pero que debe aculturarse al saber popular y las creencias del lugar en el que le toca desempeñarse.

Primer maestro

Cristóbal había llegado como el primer maestro normalista de la zona. Le tocó abrir las puertas de una escuela recién creada en Pozo del Chañar. La soledad de esos inicios fue dura: “El día siguiente, domingo, amaneció nublado… No se divisaba ninguna casa y un silencio total reinaba en el ambiente. Por supuesto me sentí muy solo esa mañana y muy confundido, sin hallar respuestas a tantos interrogantes”, escribió años después en sus memorias “Evocaciones de mi vida docente”.

La adversidad nunca lo detuvo. Aprendió a usar el jume, una planta del monte, para fabricar jabón y lejía; confió en su caballo para volver a casa cuando se perdió en la espesura del monte; identificó aves, reconoció el monte, y entendió que la docencia rural era mucho más que enseñar: era aprender junto con la comunidad.

Un hombre de vocación

En Sumampa Viejo y más tarde en la Escuela Nº 982, su figura se consolidó. Fue maestro, director y profesor de Matemática en el nivel secundario. Sus hijos recuerdan los viajes en moto hasta la escuela, los comedores escolares, la mazamorra y, sobre todo, la pasión con la que hablaba de su profesión.

“Era un hombre que amaba su vocación, de alma”, dicen. Participaba de congresos donde buscaba llevar la realidad del monte santiagueño a la vidriera nacional.

Presentación del libro “Evocaciones de mi vida docente”.

En su estadía en Pozo del Chañar se alojó en casa de una familia, que le abrió las puertas como relata la canción de “Peteco” Carabajal, “Entra a mi hogar”. Es que la figura del docente rural cargaba con un peso simbólico que la comunidad valoraba. Era necesario que el docente se sintiera parte de la comunidad para que los suyos tengan educación. “La gente terminó adoptándolo como a un hijo”, recuerda una de sus hijas.

El impacto de su tarea trascendió las aulas: integró comisiones en clubes, trabajó por el mejoramiento de la localidad y, cada vez que regresaba a Sumampa, se anunciaba “la llegada del profesor Argañaráz”. A través de las radios locales avisaban de esta visita que era todo un acontecimiento que, quizás para sus hijos, estaba lejos del entendimiento por lo jóvenes que eran.

En perspectiva, este gesto de la comunidad con “el profe Argañaráz” es razón de orgullo, de “pecho inflado” como se dice habitualmente para describir una situación de plenitud por un logro propio o ajeno.

Una huella imborrable

Su legado quedó grabado en la memoria de los exalumnos. En el cincuentenario de la escuela de Pozo del Chañar lo homenajearon, y desde Buenos Aires llegaron mensajes de afecto de antiguos estudiantes. Uno de ellos recordó cómo el maestro les cocinaba guisos de arroz. “Y nosotros le decíamos: ¿cómo a ellos les hacía y a nosotros no nos preparaba ni un locro?”, rememoran sus hijos entre risas por la anécdota que retrata la calidez de “el profe Argañaráz”.

Cristóbal sembró no solo conocimiento, sino también responsabilidad, rectitud y compromiso. “Nos gustaría recordarlo como un ejemplo a seguir”, dice Rossana. Y agrega: “En Sumampa todos nos conocen como los hijos del profesor”.

El eco de su voz

Hoy, a años de su partida, la voz del profesor Argañaráz sigue viva en las memorias de quienes lo conocieron. Entre anécdotas y enseñanzas, dejó claro que la docencia rural no era una tarea solitaria, sino un camino de aprendizaje compartido.

Su hijo Nelson, hoy profesor de Geografía, lo resume con orgullo: “Muchos todavía me dicen: yo fui alumno de tu papá”.

El eco de aquel maestro que, como Shunko, caminó los senderos de Santiago del Estero con su vocación a cuestas, continúa resonando. Y en cada escuela rural, en cada docente que encara el desafío de enseñar en la adversidad, late también la historia de Cristóbal Argañaráz.