El arte de coordinar equipos diversos

Por Cecilia Inés Russo*

Coordinar un equipo diverso es un arte que va mucho más allá de distribuir tareas. Supone aprender a entrelazar diferencias: de personalidad, de ritmo, de experiencia, de valores. Y hacerlo sin perder de vista el propósito común que los reúne.

En las organizaciones actuales —ya sean escuelas, empresas o proyectos sociales— la diversidad es una constante. Personas de distintas generaciones, trayectorias y modos de pensar conviven en un mismo espacio de trabajo. Esta riqueza puede ser una fuente inmensa de creatividad, o una fuente constante de conflicto. La diferencia la marca el modo en que se coordina.

Coordinar no es imponer uniformidad, sino generar condiciones para que las diferencias convivan sin fracturar el sistema. Implica sostener conversaciones que alineen expectativas, clarifiquen compromisos y construyan sentido compartido. Es una danza entre estructura y flexibilidad.

Cecilia Inés Russo.

Un equipo diverso suele desafiar al líder: lo obliga a revisar sus propios sesgos, a escuchar más, a traducir lenguajes, a crear puentes. En una escuela, puede significar integrar docentes con visiones pedagógicas distintas. En una empresa, hacer que convivan perfiles técnicos y creativos. En una ONG, articular entre voluntarios y personal estable. En todos los casos, la coordinación se convierte en una herramienta de cohesión.

Hace unos meses, una gerente de proyectos en Colombia compartía su experiencia al asumir un equipo donde convivían personas de tres generaciones distintas. Al principio, las reuniones eran un caos: los más jóvenes querían resolver todo por chat, mientras que los mayores necesitaban conversar cara a cara. Su primer impulso fue imponer una única forma de comunicación, pero pronto notó que eso solo aumentaba la tensión. Entonces probó algo distinto: acordó un sistema mixto —mensajes breves para lo operativo y encuentros semanales para lo estratégico— y designó a cada generación como “mentora” en algo que dominaba. Los mayores enseñaban a los jóvenes sobre gestión de procesos, y los jóvenes acompañaban en el uso de herramientas digitales. En pocos meses, el clima cambió. La diversidad se transformó en colaboración.

Historias como esta muestran que coordinar equipos diversos no se trata de encontrar la fórmula perfecta, sino de aprender a leer las dinámicas humanas y ajustar el modo de actuar en función de lo que el equipo necesita. No hay recetas universales, pero sí prácticas que pueden servir como guía para cuidar la diversidad sin perder cohesión.

Algunas prácticas que ayudan en este arte:

  • Explorar los lenguajes del equipo: entender cómo cada persona se comunica y qué necesita para sentirse escuchada.
  • Definir acuerdos de convivencia y colaboración: explicitar lo que no se dice, para evitar interpretaciones.
  • Diseñar espacios de diálogo estructurados: reuniones breves, claras y con propósito.
  • Alinear con el propósito: recordar qué los une cuando las diferencias se vuelven ruido.

La diversidad no es un obstáculo, es materia prima. Pero necesita dirección, ritmo y cuidado. Coordinar un equipo diverso es sostener el equilibrio entre la autonomía y la interdependencia, entre la voz individual y el logro colectivo.

En última instancia, el arte de coordinar equipos diversos consiste en transformar las diferencias en motor. En reconocer que no se trata de que todos piensen igual, sino de que todos puedan pensar juntos.