
Por Lourdes Suarez Torres
La conocía de antes, pero en 2016 le escribí por primera vez para hacerle una nota por su emprendimiento de ropa vintage, con el que había ganado premios, y en esos años en donde se había puesto de moda volver a vestir “como nuestras abuelas”, Malicha, como le dicen, “la pegó”, como dirían los jóvenes de hoy.
No conozco a nadie que conozca a María “Malicha” Herrera y que cuando la mencione, no saque una sonrisa. Es que Malicha es eso: una persona transparente, única, de un corazón enorme, tan pero tan noble que es imposible no encariñarse con ella. Malicha es una loca linda.
Y la elegí para hablar de esta fecha —octubre, el mes de la sensibilización sobre el cáncer de mama— porque justamente su personalidad y su valentía hicieron que hablar de estos temas no sea un drama, sino un capítulo más de su vida.
“Hola, soy Malicha”
“Hola, soy Malicha. Soy diseñadora gráfica, soy técnica en actuación. Tengo una marca de ropa que se llama Eso usaba mi abuela (o sea que también soy un poco diseñadora de indumentaria). Soy un poco todóloga, así que, bueno. Ah, y otra cosa, me estaba olvidando: tengo cáncer. Estoy superando el cáncer de mama, así que, bueno, ustedes elijan la efeméride que quieran publicar esta nota”.
Así, con esa breve presentación, ya se abre el universo Malicha. Irreverente, fresca, auténtica. Bienvenidos a esta aventura.
“Eso usaba mi abuela”, mas de 20 años en el taller
Cuando le pregunto por su emprendimiento, la voz se le ilumina.
“Eso usaba mi abuela es como mi amor, como un hijo, por así decirlo. Es mi marca de indumentaria, que tiene casi veinte años, y la impronta que tiene es muy vintage, muy retro, y eso la hace única: los diseños coloridos, los lunares, los cuadros, las flores. Ropa para todo tipo de mujer. Hoy tenemos que animarnos sin pensar en el tipo de cuerpo que tenemos y ponernos lo que nos gusta. Salir a la calle y decir: tengo un vestido de lunares y soy única e irrepetible”.
Y lo cierto es que Malicha vende lo que es. Su ropa tiene su sello, su risa, su impronta. “Yo sería como mi propio producto —dice entre risas—. Soy mi propia venta, me vendo a mí misma y muestro lo que soy con la estética y el estilo que me gusta”.
Sus afectos, su gran tesoro y sostén
“Mi familia son mi mamá, mi papá, mis hermanos, mis cuñadas y mis sobrinos: Lola, León y Malena. Son la luz de mis ojos. Creo que sigo en Santiago por ellos. Muchas veces pensé en irme, crecer en otro lado, pero mis sobrinos… y mis padres, claro, me atan a este lugar”.
Viajar, sin embargo, siempre fue una pasión. “Creo que el mejor gasto de mi vida fue en viajes. Son los recuerdos que te quedan hasta el último día. Viajar te abre la cabeza, te inspira, te enseña. Es la mejor inversión”.
Llegar al diagnóstico: no preocuparse, sino ocuparse
Si hay algo que dicen siempre los especialistas es “el autoexamen salva vidas”, y Malicha da fe de esto. En febrero de este año, mientras se bañaba, se palpó una pequeña pelotita en la mama derecha. Ese fue el inicio de un camino inesperado.
“Yo todos los años me hacía estudios, mamografía, ecografía, todo. Pero el año pasado no me los hice. Me toqué esa pelotita, fui a la ginecóloga y me dijo algo que me marcó: ‘hay que ocuparse, no preocuparse’, que es el lema que se tiene en el cáncer de mama”.
Tras una serie de estudios y días de incertidumbre, el diagnóstico llegó: cáncer de mama.
“El tumor era maligno. Todo fue muy rápido. Empezó la carrera con médicos, obras sociales, cirugías, quimioterapia… Ya pasé por la cirugía, ahora me faltan los rayos, y después una medicación preventiva por cinco o diez años”.
“Me amigué con la enfermedad”
Malicha no esquiva la palabra cáncer. La enfrenta.
“No es algo fácil. Cuando escuchás ‘cáncer de mama’, lo relacionás automáticamente con la muerte. Lo primero que piensas es en morirte. Pasás por un vaivén de emociones, es una montaña rusa. Hasta el día de hoy a veces finjo demencia, como si no terminara de caer que estoy enferma”.
Pero si algo la define es su humor y su capacidad para transformar el dolor en aprendizaje.
“Creo que lo más traumático fue el cambio físico, quedarme pelada. Porque es verte distinta. Sí, el pelo crece, pero cuando te ves al espejo sin él, es fuerte. Aun así, me amigé con la enfermedad. Me puse peluca, pero también aprendí a quererme sin ella”.
Y muestra su peluca riendo: “Las enfermeras me decían que me iba a crecer el pelo blanco, y yo les decía que no. Ahora parece que me va a quedar todo blanco, y bueno… será otro look”.
Desdramatizar para vivir
“Yo dije desde el primer día: voy a desdramatizar mi enfermedad al cien por ciento. No vivía haciendo humor negro, pero a veces sí. Creo que el sostén más grande son mis padres. Ellos estuvieron devastados al principio, toda mi familia. Pero también mis amigos, mis compañeros de trabajo. En la última quimio me hicieron una fiesta con globos de Hello Kitty. Esas cosas te llenan el alma”.
Malicha habla de su red de afectos con emoción.
“En las malas es cuando sabés quiénes están. Y me di cuenta de que estoy rodeada de gente hermosa. Mis amigos, mis afectos, mi trabajo… digo, algo bien estoy haciendo en la vida para tener tanta gente que me quiere”.
“No hice terapia psicológica —confiesa—. Mi papá me lo pidió, pero mi terapia fue mi trabajo, mi familia, mis amigos. Estar activa. Aunque sea para pelear con la obra social o tramitar medicaciones. Eso me mantenía en movimiento”.
Y ahí está su fortaleza. En la acción. En seguir creando, soñando, riendo.
El mensaje de Malicha
Cuando le pido un mensaje para otras mujeres que estén atravesando lo mismo, su tono se vuelve más sereno.
“Primero, aceptar. Amigarse con la enfermedad. Decir ‘sí, tengo cáncer’. No hacerse el tonto. No dejar pasar los días. Si te sentís algo, ir al médico. Porque uno o dos días pueden ser cruciales. Yo al principio decía ‘¿por qué a mí?’. Después me dije: ‘¿por qué no a mí?’. Y entendí que esto no me pertenece, que en algún momento se va a ir de mi cuerpo”.
“Mi mensaje es que no tengan miedo. Hoy el cáncer de mama es uno de los más curables. Rodearse de la gente que uno quiere es fundamental. No estar sola. Y sobre todo, ocuparse. Quererse también es hacerse los estudios ginecológicos, cuidar el cuerpo. Quererse es eso: ocuparse de una misma”.
El brillo de siempre
Malicha no perdió su esencia. Sigue siendo esa mujer de vestidos con lunares, sonrisa amplia y una energía contagiosa.
Su historia no es solo la de una luchadora, sino la de una mujer que eligió vivir sin dramatismo, con humor, con amor y con arte.
Porque, como dice ella:
“Esto no me pertenece. En algún momento se va a ir. Y mientras tanto, yo sigo viviendo, creando y riendo. Porque desdramatizar también es una forma de sanar”.