 
    	    La escena es propia del inicio de una serie policial de Netflix. A las 8 de la mañana Néstor Russo, un hombre querido y respetado en el barrio, se encontró con un escenario dantesco. Su hija, María de los Ángeles Russo, de 29 años, estaba sentada, en el piso, al costado de la cama, con la mirada perdida, hacia arriba, casi en trance, y con su mano acariciaba la manito de Diana, que yacía inerte, en su cama.
Info del Estero pudo reconstruir como fueron las primeras dos horas del hallazgo de lo que todo parece encaminarse a un filicidio que empezó conmoviendo al barrio Palermo de la vecina ciudad, que luego se extendió a toda La Banda, ahora conmueve a todo Santiago del Estero y ya se habla del caso en los medios nacionales.
Néstor:- “¿Qué pasa Angi, que le pasa a Dianita?”
La hija de don Néstor apenas balbuceaba frases inentendibles. Fue entonces que el septuagenario intentó despertar a su nieta, pero la criatura estaba rígida, sin responder a ningún estímulo ni llamado. María de los Ángeles alternaba su mirada entre su hija y su padre, moviendo su cabeza en cámara lenta, abstraída de todo. El hombre de 71 años exploto de un grito desgarrador.
Néstor:- “Nooooo, que hiciste’ Mataste a mi hijta”.
María de los Ángeles:- “Le di cuatro pastillas de clonazepam y la asfixié con este peluche”.

El abuelo dirigió su mirada a un peluche, color marrón, que era el preferido de su nieta Angie. Justo el día antes contaba orgulloso en el barrio que le había comprado un colchón nuevo a “Dianita” y que “el mes que viene mijita hace su primera comunión”.
Así la trataba el, como su hija. Y en cierta forma lo era, ya que su madre padece severos trastornos mentales que la llevaron a estar internada algunas veces en distintos centros de salud mental. El padre de la niña, de apellido Gómez, está regresando por estas horas de Tierra del Fuego, donde estaba radicado, trabajando.
Don Néstor llamó inmediatamente al servicio de emergencia, desesperado, relatando lo sucedido. Estos, por protocolo, dieron aviso también a la Seccional 13 de La Banda y estos, a su vez, a los fiscales de turno, quienes con diferencia de minutos llegaron cerca de las 9 de la mañana al domicilio de Irigoyen 538, entre Quintana y Misiones, en el barrio Palermo de La Banda.
En ese lapso, hasta la llegada de las autoridades, Néstor se percató que de las fosas nasales y de la boca de Diana emergían una pelusas blancas. Eran algodones que habrían sido colocados por la madre. El abuelo también tomó el peluche y notó húmeda la parte de la pancita del juguete de su nieta. Todo esto fue resguardado por personal de criminalística y resguardado como prueba, con muestras de los algodones y de la zona húmeda del peluche para detectar de que liquido se trataría.
Al llegar los funcionarios policiales y judiciales también se encontraron con la misma escena que poco más de una hora antes se encontró Néstor: El cuerpo de la niña sobre la cama y su mama sentada, mirando casi el techo, extraviada y acariciando con su mano, la mano de su hija.

La explicación de María de los Ángeles, según lo que pudo reconstruir Info del Estero, fue similar a la que le diera su papá, pero sin el dato del peluche: “le di cuatro pastillas de clonazepam y la asfixie”.
En ese instante una numeraria de la policía que acompañaba a las autoridades judiciales se quebró en llanto. Fue entonces que todos salieron de la habitación y le pidieron a la madre que los acompañe, mientras escuchaban un altercado entre el abuelo y la abuela de la niña, un reclamo que este le hacía: “te dije que había que internarla, te lo dije muchas veces”. Y luego hablándole a las autoridades presentes les dijo “ella (señalando a su esposa, quebrada en llanto) sufrió mucho las veces que internamos a Angi, y me pedía que la tengamos aquí en casa. Ya habíamos escondido los cuchillos y todo lo cortante”.
Un dato inquietante al que también accedió Info del Estero es que María de los Ángeles tenía hábitos nocturnos, que la llevaban a deambular toda la noche, aparentemente por un efecto “rebote” del clonazepam que consumía y que se dormía cuando todos se despertaban a la mañana. Su día “arrancaba” a la siesta.
Esto habría llevado a que sus padres improvisaran una suerte de departamento dentro de la casa donde armaron su habitación. A la niña, justo ayer, le habían comprado un colchón y la madre dormía casi sentada, cuando al fin lo hacía, en un sillón.
Néstor llevó a los funcionarios judiciales y policiales para mostrarle una suerte de lavadero donde había dos perros caniches. “Miren, miren como tiene estos animalitos“, les decía. El olor que salía de allí hizo algunos presentes de descompusieran por lo fétido y nauseabundo del olor, una mezcla de la materia fecal y orina canina, más la humedad y el propio de los animalitos.
En todo este tramo el juez actuante habilitó la detención de la madre de la niña, aún sin caratula, a la espera de la autopsia que confirme lo que ella misma manifestó, a modo de confesión, que, en principio, por su estado, podría no contar, y debería hacerse en sede judicial, con las garantías y el resguardo probatorio del caso.
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