EL pasado fin de semana, en el Centro Cultural del Bicentenario, nos encontramos con una de esas historias que iluminan la Noche de los Museos más allá de las exposiciones y las representaciones: la de Milagros Luna Recamán, una joven dibujante que compartió con nosotros no solo sus obras, sino también el significado que la une al arte.
“Me llamo Milagros Luna Recaman y soy dibujante. Esto es un poco de lo que hago”, nos dijo mientras acomodaba en la mesa su selección de trabajos tradicionales, ilustraciones digitales y otros trabajos. Estudia Comunicación Social y Diseño Multimedial, y desde ese cruce de mundos construye una identidad visual propia, marcada por la práctica constante y la necesidad expresiva.
Cuando no sos bueno con las palabras…
Nos contó que lo que más disfruta del dibujo es su capacidad para decir lo que a veces las palabras no alcanzan. “Creo que soy mejor expresándome de manera visual. Es como largar la bronca, los sentimientos… Y yo lo hago así”, dijo con una honestidad que se reflejaba en cada trazo.

Milagros dibuja “toda la vida”, aunque admite que comenzó a perfeccionarse en serio a los once años. Desde entonces, casi una década de práctica diaria sostiene su crecimiento. Y aunque muchas veces le dijeron que tiene talento, ella lo relativiza: “No es solo el talento. Es la práctica, la constancia y nunca rendirse”.
Cuando le preguntamos por qué invitaría a la gente a la Noche de los Museos, lo resumió en una frase que parece contener todo el espíritu del evento: “Porque mostramos lo que hacemos. Y porque venir acá es ver, aprender, entretenerse y pasar un buen rato”.
En noches como esta, en las que los museos abren sus puertas y los artistas nos abren su mundo, entendemos que lo verdaderamente valioso no es solo la obra, sino la historia que la hace posible. Y Milagros, con su trazo firme y su mirada luminosa, es parte de esa historia que compartimos entre todos.
