*Por el Dr. Ángel Muratore, médico pediatra
Los niveles de cobertura de vacunación en nuestro país han mostrado un preocupante descenso en los últimos tiempos, dejando un saldo de 10 fallecidos por tos convulsa en pocos días, enfermedad totalmente prevenible con vacunas que tienen más de cien años de eficacia probada.
Nuestro calendario nacional de vacunación es uno de los más completos de Latinoamérica, y nos permite, evitar enfermedades graves e invalidantes.
Es un momento sanitario de suma gravedad, y la falta de vacunación está generando un escenario que obliga a las autoridades a elevar la vigilancia epidemiológica .
Rebrote de sarampión
Otra de las enfermedades que se encontraban controladas en nuestro país y que sufrieron un rebrote es el Sarampión, patología altamente contagiante y potencialmente mortal en pacientes inmunodeprimidos o con enfermedades crónicas de base.
Debemos considerar, que al vacunar a un niño, no solo se trata de un acto individual, sino comunitario y solidario, ya que no solo protege a dicho niño sino también a quienes lo rodean, generando “inmunidad colectiva” cubriendo inmunológicamente a quienes por cuestiones médicas no pueden vacunarse (pacientes con enfermedades oncológicas o inmunodeprimidos).
De esta manera, se evita la circulación de virus y bacterias, logrando un “bloqueo inmunitario”, que reduce brotes y evita epidemias.
El niño vacunado tiene menor riesgo de enfermar y de contagiar. Las vacunas mostraron científicamente eficacia e inocuidad.

Si la cobertura es baja, vuelven enfermedades que ya estaban controladas, aumentando las hospitalizaciones y complicaciones graves.
Vacunar a un niño es el mayor acto de amor hacia ellos y una responsabilidad social y sanitaria, ya que protegemos a toda la comunidad.
Vacunar es una forma de cuidar la salud pública y las campañas de vacunación son políticas sanitarias que solo funcionan si la mayoría participa. El beneficio es individual y colectivo.
Por todo esto resulta doloroso y preocupante que personas que fueron elegidas para guiar el de nuestro país o grupos anti vacunas sin ningún fundamento científico, confundan a la población y nos lleven a todos a sufrir los riesgos sanitarios actuales, sobre todo cuando estos mensajes se desarrollan en entidades tan emblemáticas como el Congreso de la Nación.
Cómo solemos decir los médicos, “ellos toman las decisiones, nosotros firmamos los certificados de defunción…”.
