Aparecer siendo uno mismo: una fuerza silenciosa en el liderazgo

**Por Cecilia Inés Russo

Si alguna vez te dijeron que liderar es cosa de valientes, probablemente pensaron en decisiones difíciles, negociaciones complejas o momentos de alta presión. Sin embargo, existe otra forma de valentía —mucho más silenciosa y menos reconocida— que transforma profundamente la manera en que trabajamos, conversamos y nos vinculamos en las organizaciones: la valentía de aparecer siendo uno mismo.

En equipos y organizaciones, este tipo de coraje tiene un impacto directo en la calidad de los vínculos y de los resultados. Cuando un líder se muestra con autenticidad —sin la coraza del “todo bajo control”, sin el personaje del que nunca duda— habilita que otros también puedan mostrarse. Y cuando las personas aparecen de verdad, la conversación cambia: se vuelve más honesta, más creativa y más responsable. No porque desaparezcan las exigencias, sino porque la energía deja de gastarse en sostener apariencias.

La autenticidad en el liderazgo no implica exponer la vida privada ni convertir el espacio de trabajo en un ámbito emocional sin límites. Se trata de algo más sutil y, a la vez, más exigente: alinear lo que uno es con lo que uno muestra, incluso en contextos donde durante años se enseñó que liderar era “no mostrar dudas”, “mantener distancia” o “responder siempre con certezas”.

En procesos de coaching organizacional y en sesiones uno a uno con ejecutivos, he visto repetirse una misma escena: líderes cansados de sostener un personaje, equipos tensos por no poder decir lo que realmente piensan y culturas que pierden potencia porque todos están más ocupados en cuidar la imagen que en aportar valor. El costo de esa desconexión suele ser alto: desgaste, desconfianza y decisiones poco creativas.

Un gerente general lo expresó con una frase tan simple como reveladora: “Me doy cuenta de que no me cansa liderar; me cansa sostener la versión de líder que creo que esperan de mí”.

Ese comentario, simple y honesto, trabajado dentro de un proceso de coaching, abrió una conversación profunda con su equipo. A partir de allí, algo empezó a moverse: aparecieron nuevas voces, surgieron ideas más audaces y la velocidad emocional de todos comenzó a desacelerarse. El liderazgo dejó de ser una actuación permanente y se volvió más humano y compartido.

Aparecer siendo uno mismo genera un tipo de estabilidad interna que no depende del contexto. Desde ese lugar, el liderazgo se vuelve menos defensivo y más consciente; menos rígido y más disponible; menos solitario y más colaborativo. No porque desaparezcan las responsabilidades, sino porque se distribuyen de otro modo.

Algunas prácticas sostienen este tipo de presencia auténtica en el liderazgo:

  • Escuchar antes de proteger la imagen.
  • Aceptar que no todo requiere control.
  • Nombrar lo importante sin adornos innecesarios.
  • Actuar desde valores más que desde expectativas externas.
  • Crear espacios donde las personas puedan mostrarse sin miedo a ser juzgadas.

Cuando un líder se permite aparecer con autenticidad, el sistema entero se reorganiza. La confianza crece, las conversaciones se vuelven más claras y la creatividad empieza a circular de otra manera. El trabajo, incluso en contextos exigentes, se siente más liviano y más humano.

Tal vez por eso, hoy más que nunca, acompañar a líderes y equipos en este camino se vuelve central: porque la autenticidad no es una expresión personal ni un gesto de fragilidad, sino una estrategia profunda de liderazgo consciente. No siempre es fácil. Pero siempre genera libertad.

Porque liderar no es interpretar un papel.

Es aparecer.

Y cuando eso sucede, la organización entera respira distinto.

**Cecilia Inés Russo

Master Coach Ontológico Profesional

Directora Aquí&Ahora, Coaching y Consultoría