Este 19 de octubre se cumplen 5 años del fallecimiento de Vitillo Ábalos, la gran leyenda del folklore santiagueño. El integrante de Los Hermanos Ábalos dejó un legado invaluable que hoy recordamos con gran emoción.
El bombisto, cantautor y bailarín falleció a los 97 años. Víctor Manuel Ábalos, era su nombre completo. Nació el 30 de abril de 1922 en Santiago del Estero, siendo el cuarto de cinco hermanos.
Junto a ellos: Machingo (Napoleón Benjamín), Adolfo, Roberto Wilson, y Machaco (Marcelo Raúl) formó en 1938 Los Hermanos Ábalos. Aquí comenzaría la leyenda.
Este conjunto folklórico definió la identidad de la música criolla en los escenarios. En 1939 debutaron como profesionales en Buenos Aires, primero en la Biblioteca del Consejo de Mujeres, en el que hoy es el Teatro El Globo, y enseguida en radio El Mundo, donde tuvieron su primer contrato.
A partir de ahí, durante casi 60 años recorrieron los escenarios del mundo, con una forma de espectáculo en el que la canción y la danza trenzaban sus encantos.
El de Los Hermanos Abalos fue uno de los conjuntos que adelantarían el boom del folklore de los ’60, introduciendo “la cosa criolla” en Buenos Aires. Ofrecían verdaderos tratados musicales con sus indicaciones coreográficas, con explicaciones a medida que transcurría la actuación.
Otra característica del conjunto fue el empleo del piano, a cargo de Adolfo Ábalos. “En 1939, cuando nos vieron llegar a Buenos Aires con piano, nos decían: ¿cómo, ustedes no tocan el bandoneón, el violín? Para nosotros lo raro era que no supieran que la cosa criolla se tocaba en piano. Lo habíamos tomado en forma natural: el piano estaba en casa, mamá y papá lo tocaban, nosotros también. Machaco, como era el más chiquito, no podía sentarse en el taburete y tocaba parado. Así de normal era”, recordaba Vitillo en una entrevista.
Una vez disueltos los Ábalos como conjunto, Vitillo siguió adelante con su programa de radio, y su espectáculo El Patio de Vitillo Abalos. “Porque en casa, a la tardecita, se llevaban el piano de la sala de música al patio. Esa fue nuestra escuela: el patio, las reuniones familiares. Donde cantábamos, bailábamos, zapateábamos, y aprendíamos de gente como Andrés Chazarreta”, recordaba. A los 13 años terminaría formando parte de su famoso Conjunto folklórico de danzas nativas.
Vitillo y su pasión por enseñar
Con vitalidad envidiable, el último de los Ábalos siguió demostrando destrezas con el bombo, sus silbidos, y también marcando los pasos a los bailarines de esa manera didáctica que fue marca histórica. “Creo que con mis hermanos hicimos un gran aporte en la danza, la música, y el repertorio”, decía y vaya que lo consiguieron.
Además de contribuir al más esencial cancionero argentino con temas como “Agitando pañuelos”, “Chacarera del rancho”, con Los Hermanos Ábalos abrió la primera peña de renombre en Buenos Aires (Achalay), hizo giras por el mundo, vendió discos de a millones, participó en películas como La guerra gaucha (donde se comió una sandía de la escena, lo que causó un dolor de cabeza a Lucas Demare en la siguiente toma, recordaba).
Cambiaron las épocas, el folklore subió y bajó, se vistió de nacionalismo, de folklore romántico, se cruzó con otros géneros. Vitillo siguió tocando el bombo, orgullosamente santiagueño, siempre de punta en blanco, y marcando el ritmo con su parche.
En 2013 colaboró con Roger Waters
El multifacético artista santiagueño desarrolló una tarea importante en la Villa 31, donde enseñó música a niños y jóvenes. El proyecto llegó a oídos de Roger Waters quien no dudó en conocer a la leyenda santiagueña y compartir con él su labor humanitaria.