La diputada libertaria Lilia Lemoine elogió públicamente al senador estadounidense Joseph McCarthy, conocido por haber liderado la caza de brujas anticomunista en la década de 1950. En un comentario polémico en su cuenta de X, Lemoine minimizó los efectos de las acciones de McCarthy, quien encabezó una persecución ideológica que afectó a cientos de personas en el ámbito político, artístico y académico de Estados Unidos.
“¿Pero qué hizo McCarthy realmente? Dijo que los comunistas habían infiltrado el gobierno, la academia y el arte. ¿Mató a alguien? No. ¿Qué hizo además de tener razón? Si se hubiera equivocado, hoy alguien como Kamala Harris no sería candidata y no existiría la agenda 2030”, escribió la legisladora, defendiendo al senador republicano cuyas acciones, aunque no resultaron en condenas judiciales, destruyeron la reputación y las carreras de más de 300 personas.
Lemoine vinculó su defensa de McCarthy con la actual administración de Javier Milei, en el contexto de la controversia desatada tras la destitución de la canciller Diana Mondino, por el voto de Argentina contra el embargo a Cuba en la ONU. Milei anunció una auditoría en el Ministerio de Relaciones Exteriores con el objetivo de identificar a quienes promuevan agendas contrarias a su visión de la libertad. Esta medida fue calificada por críticos como una manifestación de “macartismo”, en referencia a las persecuciones ideológicas que McCarthy emprendió.
El término “macartismo” se popularizó en todo el mundo para describir este tipo de persecuciones basadas en acusaciones infundadas de traición o deslealtad. A pesar de que los métodos de McCarthy fueron ampliamente condenados en su propio país, Lemoine defendió su legado, provocando reacciones adversas en redes sociales. Incluso minimizó las consecuencias de las acusaciones del senador, refiriéndose incorrectamente a un supuesto suicidio relacionado con los procesos de McCarthy. En realidad, uno de los casos más recordados de una víctima de estas persecuciones es el del actor Philip Loeb, quien se quitó la vida en 1955 tras ser incluido en una lista negra promovida por McCarthy.
El propio McCarthy terminó sus días en el ostracismo y afectado por el alcoholismo, falleciendo en 1957. A pesar de haber sido desacreditado, su figura sigue siendo recordada como un símbolo de las injusticias y excesos de la Guerra Fría.