El sueño de un hincha: Juancho y el viaje de su vida alentando a Central Córdoba
La Copa Libertadores es su obsesión.

Unos 629 kilómetros separan a Santiago del Estero de Santa Fe, el escenario donde Central Córdoba luchará por un título nacional y un lugar en la Copa Libertadores. Este sueño, el anhelo de cada hincha del Ferroviario, se materializa en historias de sacrificio y pasión.

Entre todas, sobresale la de Tío Juancho. Con una bicicleta como su única compañera, Juancho partió rumbo a Santa Fe, decidido a cumplir una promesa: “El que abandona no tiene premio. Desde Santiago salgo, porque mi sueño es jugar la Libertadores”, había dicho. Y así, pedaleando, lleva consigo la esperanza de toda una ciudad.

Este no es su primer viaje. En 2019, Juancho tomó la misma bicicleta y viajó a La Rioja para apoyar a Central Córdoba en la semifinal contra Lanús. Contra todo pronóstico, el equipo avanzó a la final. Ahora, el sueño se renueva, con la meta de coronarse campeones.

El aliento de la hinchada no se hace esperar. Axel, otro fanático, decidió ir caminando. “Ya va por Sunchales. Claro que va a llegar, si es uno de los nuestros”, cuenta su amigo. Los mensajes de apoyo inundan las redes y las calles: “Soñar no cuesta nada, cómo usted dice. Vamos que ganamos”, grita uno. “Viejo y querido, este año vuelves con la Copa, hermano. Fuerza que llegas, dale”, escribe otro.

El plantel siente la energía. Rodrigo Atencio, referente del equipo, agradece el apoyo incondicional: “Viajaron a todos lados y esperamos que el miércoles se nos pueda dar”.

En Santiago del Estero, cada hincha vive con la ilusión de un título y la clasificación a la Libertadores. La historia de Juancho y Axel no solo inspira, sino que simboliza la pasión y el compromiso de una hinchada que sueña en grande.

El viaje es largo y agotador, pero la meta lo vale. Porque en el corazón de cada hincha late un sueño: ver a Central Córdoba en lo más alto, levantando la Copa. Y mientras Juancho pedalea, lleva consigo no solo sus esperanzas, sino las de todos los que, desde lejos, le gritan con el alma: “¡Vamos Ferroviario!”.