Estados Unidos quedó atónito y conmocionado luego de que una persona disparó un arma en un acto de campaña de Donald Trump, lo hirió, mató a otra persona, desató un caos y dejó al país espantado ante el flagelo de la violencia política. Trump escuchó los disparos, se dio vuelta, y luego se tomó la cabeza, se agachó y en apenas segundos quedó cubierto por agentes del Servicio Secreto detrás del atril donde le hablaba a la gente. Hubo gritos y pánico, y una pausa que pareció eterna. “¿¡Estamos bien!?”, vociferó uno de los agentes. “¡Disparador abatido! ¡Disparador abatido!”, confirmó otro. “¿Estamos para irnos?”, se escuchó. “¡Movámonos! ¡Movámonos!”, fue la orden. Trump se puso de pie, trató de acomodarse, pidió tomar sus zapatos y antes de que los agentes lo sacaron a la carga les pidió que esperaran. Con sangre en su rostro, Trump levantó un puño y miró a la multitud. “¡Luchen! ¡Luchen!”, pareció decirle a la multitud mientras lo sacaban de escenario.
Rodeados por francotiradores, los agentes llevaron a Trump hasta una camioneta negra para trasladarlo a un centro médico. Trump volvió a levantar su puño antes de treparse al automóvil, en medio de gritos, vítores y aplausos. “¡U-S-A! ¡U-S-A!”, cantó la gente.
Uno de sus voceros, Steven Cheung, confirmó minutos después del tiroteo que Trump estaba bien, y el propio Trump escribió un mensaje a la noche en su red social, Truth Social.
“Es increíble que un acto así pueda ocurrir en nuestro país. Por el momento no se sabe nada sobre el tirador, que ya está muerto. Me dispararon con una bala que atravesó la parte superior de mi oreja derecha”, relató Trump. “Supe de inmediato que algo andaba mal porque escuché un zumbido, disparos e inmediatamente sentí la bala atravesando la piel. Hubo mucho sangrado, entonces me di cuenta de lo que estaba pasando. ¡DIOS BENDIGA AMERICA!”, dijo.
El tirador disparó “múltiples disparos al escenario desde una posición elevada fuera del lugar del acto” y fue abatido, indicó el Servicio Secreto en un comunicado. Otro asistente al acto de campaña también murió, y otras dos personas se encontraban en estado crítico, indicó la agencia. El FBI, el Servicio Secreto y la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas y Explosivos investigan el incidente como un intento de asesinato, según informaron medios locales.
El presidente, Joe Biden, quien se encontraba descansando con su familia en su residencia en Rehoboth, en Delaware, fue informado sobre el tiroteo en una reunión con varios funcionarios, incluido el secretario de Seguridad Interior, Alejandro Mayorkas. Biden luego condenó el tiroteo en un comunicado y con un breve mensaje, sin confirmar si se trató de un atentado o no. Biden dijo que la investigación estaba abierta, y no tenía aún toda la información .
“No hay lugar en Estados Unidos para este tipo de violencia”, dijo Biden ante las cámaras. “Es enfermizo. Es enfermizo. Es una de las razones por las que tenemos que unir a este país. No podemos permitir que esto esté sucediendo. No podemos ser así. No podemos tolerar esto”, insistió.
Biden dijo que había intentado hablar con Trump, pero el expresidente estaba con sus médicos, y dijo que intentaría comunicarse de nuevo más tarde. Al retirarse, Biden dijo que tenía “una opinión” sobre el incidente, pero le faltaba información para afirmar que había sido un atentado contra Trump.
El Presidente Javier Milei, quien se encuentra en Estados Unidos para participar de un retiro con empresarios en Sun Valley, Idaho, expreso su “solidaridad y apoyo” y tildó al ataque de “terrorismo”.
“No sorprende la desesperación de la izquierda internacional que hoy ve cómo su ideología nefasta expira, y está dispuesta a desestabilizar las democracias y promover la violencia para atornillarse al poder. Con pánico a perder en las urnas, recurren al terrorismo para imponer su agenda retrógrada y autoritaria”, dijo Milei en su cuenta de la red social X.
Varios otros líderes globales, incluida la exvicepresidenta, Cristina Kirchner, condenaron el tiroteo.
El incidente
Trump le hablaba a a una multitud en un acto de campaña en Butler, Pensilvania, y mostraba un gráfico con los cruces de inmigrantes en la frontera sur de Estados Unidos cuando se escucharon varios disparos. Trump, quien usaba una de gorra roja con su slogan “Make America Great Again”, se tomó una oreja y se agachó mientras varios agentes del Servicio Secreto corrieron a protegerlo.
Unos segundos después, Trump se puso de pie, ya sin su gorra, despeinado y ensangrentado, y dejó el escenario rodeado por los agentes.
El tiroteo conmocionó a Estados Unidos en el arranque de la campaña presidencial. Trump había quedado en un segundo plano en las últimas semanas, con la atención mediática casi exclusivamente sobre Biden, la crisis de su campaña, su cruzada para salvar su candidatura y las divisiones a cielo abierto entre los demócratas.
Pero el acto de campaña de Trump en Pensilvania iba a marcar su retorno a los primeros planos, el prólogo para una semana de altísimo perfil para su campaña: a partir del lunes, los republicanos se reúnen en Milwaukee, Wisconsin, para coronarlo una vez más como su candidato presidencial en la Convención Nacional Republicana, que por tercera vez consecutiva se encaminaba a ser un verdadero Trumpfest, una congregación más acorde a la de un culto con devoción infinita por su líder que a un partido político. Ahora, todo el libreto republicano quedará atado al ataque. Trump tenía previsto además revelar a su compañero de fórmula, la decisión más crítica que debe tomar antes de la elección presidencial del 5 de noviembre.
Todo quedó ahora trastocado de una manera impensada por un ataque del que todavía se desconocen todos los detalles, incluido la identidad del agresor y sus motivos.
El tiroteo ocurrió en un momento de la campaña en la cual Trump parecía notablemente fortalecido, posicionado como el favorito para ganar la elección contra Biden para regresar a la Casa Blanca para un segundo mandato.
En las semanas antes del ataque de esta tarde, Trump había recorrido un sendero de buenas noticias. El muy controvertido fallo de la Corte Suprema sobre inmunidad presidencial puso un virtual punto final a su saga judicial. Y, a diferencia de 2020, cuando la pandemia del coronavirus arrasó con el mundo y su reelección, el foco de la campaña ahora estaba puesto sobre Biden, su salud mental, su vitalidad y su capacidad para cargar con el peso de la presidencia de Estados Unidos otros cuatro años. Trump y su campaña querían que la elección fuera un referendo sobre Biden, y no sobre Trump. De momento, lo han conseguido.
Pese a haber sido declarado culpable por un jurado en Nueva York –que lo convirtió en un “criminal convicto”–, sus otras tres causas judiciales, el asalto trumpista al Congreso del 6 de enero de 2021, sus acusaciones falsas de fraude en la elección de 2020, los dos impeachment durante su presidencia y la larga lista de polémicas que acumuló en su carrera política y, antes, como empresario, Trump estaba en una posición inmejorable para lanzar su última ofensiva en la recta final de la pelea por la Casa Blanca. El tiroteo en Butler ahora sacudió y conmocionó a un país profundamente dividido en medio de una campaña áspera que ahora quedó hundida en una incertidumbre inédita por la violencia política.