Una argentina visitó una ciudad en China y quedó asombrada por la avanzada tecnología que encontró allí. En su viaje, pudo observar de cerca cómo la tecnología se integra en la vida cotidiana de las personas, desde sistemas de transporte ultramodernos hasta la omnipresencia de dispositivos inteligentes en los hogares.
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Al llegar, lo primero que la sorprendió fue el aeropuerto, equipado con tecnología de reconocimiento facial que hacía innecesarios los pasaportes y los boletos de papel. Luego, al trasladarse por la ciudad, se encontró con autobuses autónomos que circulaban sin conductores y con una red de bicicletas eléctricas compartidas que se podían alquilar y devolver en cualquier lugar mediante una aplicación móvil.
Además, visitó un supermercado sin cajeros, donde los clientes simplemente tomaban los productos que necesitaban y salían del lugar, con el costo de sus compras cargado automáticamente a sus cuentas. Este sistema de pago automático, basado en sensores y cámaras, le pareció increíblemente eficiente y futurista.
Otro aspecto que la impresionó fue la conectividad omnipresente. En todas partes, desde parques hasta transporte público, había acceso a internet de alta velocidad. La realidad aumentada también estaba presente en los museos y centros turísticos, ofreciendo una experiencia interactiva y educativa.
Finalmente, la argentina reflexionó sobre cómo esta integración tecnológica mejora la calidad de vida de las personas, haciéndola más cómoda y eficiente, y se preguntó cuánto tiempo pasaría antes de que tecnologías similares se implementaran en su propio país.
