La economía alemana se contrajo un 0,2% en 2024, según datos preliminares de la Oficina Federal de Estadística (Destatis), marcando su segundo año consecutivo de recesión. Esta situación refleja el impacto combinado de problemas internos, como la burocracia y la escasez de mano de obra, junto con factores externos como los elevados costos de energía y una creciente competencia en los mercados internacionales.
Sectores clave sufrieron importantes retrocesos. La industria manufacturera, incluyendo la automotriz y la ingeniería mecánica, disminuyó su valor agregado bruto (VAB) un 3%. Las industrias intensivas en consumo energético, como la química y la metalúrgica, mantuvieron niveles bajos de producción tras las subidas de precios en 2023. La construcción también cayó un 3,8%, acentuando la desaceleración económica. En contraste, el sector servicios mostró un crecimiento del 0,8%, aunque de forma desigual.
En términos de comercio exterior, las exportaciones disminuyeron un 0,8%, mientras que las importaciones aumentaron ligeramente un 0,2%, reflejando una menor competitividad de Alemania en los mercados globales. Por su parte, el consumo público creció un 2,6%, superando al consumo privado, que apenas aumentó un 0,3%.
La difícil coyuntura económica también expone tensiones políticas. En noviembre, el canciller Olaf Scholz destituyó a su Ministro de Hacienda tras desacuerdos sobre cómo revitalizar la economía. Esta crisis interna llevó al anuncio de elecciones anticipadas para el 23 de febrero de 2025.
Con un panorama incierto, los analistas prevén que, en el mejor de los casos, Alemania experimente un ligero crecimiento en 2025, dependiendo de las medidas económicas y políticas que adopte el próximo gobierno.