En un rincón de Loreto donde la tradición se mezcla con el talento, una una familia ha preservado, por más de 100 años, el arte de elaborar rosquetes. Son las hermanas Chela y Marta Coronel, dos artesanas que han dedicado su vida a mantener viva una costumbre que no solo es su sustento, sino también una parte esencial de su identidad.
En Loreto, solo cinco familias han logrado mantener esta tradición viva, pero la familia Che-Mar se distingue por su legado y su empeño en ofrecer un producto auténtico y lleno de historia. Marcela le dio vida a este emprendimiento en Capital, donde se instalaron hace 5 años, y junto con Belén vieron crecer lo que era un pequeño proyecto.
Rosquetes hay muchos, pero los Che-Mar cumplen con el requisito fundamental para el caso: son loretanos. Los rosquetes de Loreto no son simples golosinas, son mucho más. Su secreto no radica únicamente en los ingredientes —la miel, el anís— sino en el lugar donde se elaboran.
“El rosquete tiene que ser loretano”, asegura Marcela. Es en la tierra de Loreto, en su humedad, en sus hornos de barro, donde este panificado alcanza su máxima expresión. Ahí la unión del anís y la miel le dan el toque especial que los diferencia del resto.
¿Cómo llegó Che-Mar a la Capital?
Marcela, sobrina de Chela y Marta, no creció pensando en vender rosquetes, pero el destino y una necesidad económica la llevaron a sumarse a esta tradición familiar. Comenzó sin conocer del todo el valor histórico y cultural que cargaban, pero pronto se enamoró del proceso.
Hace cinco años, y con el apoyo de Belén decidió intentar posicionar el emprendimiento en la “Madre de Ciudades”. Comenzaron con algo pequeño y el boca en boca las obligó a buscar un espacio físico. En el medio, hubo una pandemia donde se las tuvieron que rebuscar para mantener a flote Che-Mar.
De la venta callejera y un local pequeño, pasaron al local actual que está ubicado en Avenida Belgrano (S) y Agustín Álvarez. A eso le suman las ferias y eventos culturales donde son convocadas. Fueron parte de la última Feria Artesanal por el cumpleaños de la ciudad, y proyectan llevar el emprendimiento a otros lugares.
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Un deseo familiar
A pesar de que esta delicia ha permanecido en Santiago del Estero durante décadas, son muchos los que aún no conocen su historia. Ese es el mayor deseo de la familia: que los rosquetes lleguen a más personas, que se reconozca el trabajo artesanal de Chela y Marta, y que esta tradición no se pierda.
El rosquete es, para ellos, mucho más que una simple rosca dulce; es un emblema de una cultura que merece ser reconocida. “Amor y pasión”, dice Marcela. Esas son las palabras que resumen el sabor único de los Che-Mar.