
En el Lote 4, una zona rural de Los Juríes, provincia de Santiago del Estero, un joven productor decidió hace más de una década iniciar un emprendimiento poco común: la cría de suris, también conocidos como ñandúes. Él es Diego Córdoba, quien desde hace 12 años dedica su tiempo, esfuerzo y conocimientos al cuidado de esta ave autóctona en peligro de desaparecer del territorio provincial.
“Mi idea es tener una tropa grande para poder largarlos al campo y que puedan tener un ambiente natural para reproducirse. Ya no están quedando en la zona, y nadie los cría, por eso queremos rescatar la especie”, afirma con convicción.
La historia comenzó con apenas dos charitos —como se denomina a las crías pequeñas de suri— y con el tiempo el criadero fue creciendo. Actualmente, Diego cuenta con un plantel de 21 ejemplares adultos y algunos más jóvenes. “A mí y a mi familia siempre nos gustó criar suris. Somos productores de todo tipo de animales y decidimos sumar esta especie”, cuenta.
Este emprendimiento familiar tiene un fuerte componente de compromiso con la conservación. Diego recuerda que antes de comenzar sabía de la presencia silvestre de suris en los campos cercanos, especialmente en la zona norte del Saladillo, conocida como “El Bajo”. Sin embargo, con el paso del tiempo, la presencia de estas aves en libertad se volvió casi inexistente.
Cuidado intensivo y atención constante
La crianza de suris no es sencilla y requiere atención exclusiva, especialmente en invierno, cuando se dificulta la disponibilidad de pasto. En su campo, Diego dispone de un terreno de 70 por 50 metros cercado, donde cultiva trébol para alimentarlos.
Además, cuenta con una incubadora que adquirió para acelerar la reproducción, la cual ahora puede usar con más frecuencia gracias a que recientemente logró instalar energía eléctrica en el campo. Esto facilita el proceso de incubación, que requiere un monitoreo constante.
Producción limitada y alta demanda
A pesar del creciente interés de productores y vecinos, la oferta sigue siendo limitada. “Hay mucha gente que quiere comprar charitos, pero no siempre nacen los suficientes como para poder venderle a todos”, explica. Por eso, Diego selecciona cuidadosamente a quién se los vende, priorizando a quienes van a cuidarlos bien y no los abandonarán en el campo.
En su experiencia, los suris adultos se adaptan muy bien al clima y condiciones de la provincia. “No dan trabajo. No hay que vacunarlos ni alimentarlos a cada rato, ellos se manejan solos en el campo”, dice. Aún así, el proceso de cría hasta llegar a esa etapa es lento y delicado.
Un criadero con historia e identidad
La presencia del suri está profundamente vinculada con la historia local. El nombre “Los Juríes” proviene de la voz quichua “xuri”, que significa ñandú. Los pueblos originarios de la región vestían con plumas de avestruz y se desplazaban en grupos, lo que llevó a los colonizadores a denominar a la zona como “Los Juríes”.
Hoy, el criadero de Diego es el único en la región y uno de los pocos en toda la provincia, lo que le otorga un valor ecológico y cultural significativo.
Proyecciones y necesidades
Diego sueña con poder ampliar el predio y sembrar alfalfa, pero reconoce que no es fácil sin ayuda. “Si sembrás al voleo, te puede durar una temporada y después se pierde. Habría que hacerlo bien”, comenta. También quisiera cerrar otro lote o un pequeño monte, para que los animales tengan un espacio seguro donde esconderse y estar más cerca de su hábitat natural.
Además, proyecta abrir el criadero al público en septiembre u octubre, para que las personas puedan conocer de cerca a los suris y tomar conciencia sobre la importancia de su preservación.
“Todo lo que hacemos tiene sentido si logramos evitar que esta especie se extinga en Santiago del Estero”, concluye Diego, con la esperanza de que su trabajo inspire a otros y reciba el apoyo necesario para seguir adelante.