
Una vecina del barrio Belgrano Norte asegura haber vivido una experiencia paranormal, y tras su relato muchos coinciden en que se trata de la “Umita”.
Esta leyenda hace referencia a una cabeza humana de larga y enmarañada cabellera que vaga sola en la noche, rodando por el suelo o volando a ras de él, y produciendo al desplazarse un ruido suave, como de un trigal mecido por el viento.
Todo comenzó durante la noche del domingo 27 de julio, cuando los perros del barrio comenzaron a ladrar de forma desesperada, como si algo los estuviera alterando.
En un primer momento, la mujer pensó que los animales estaban reaccionando a la presencia de la perra de una vecina que suele pasear por la zona. Sin embargo, al salir al patio junto a su marido para verificar lo que sucedía, descubrieron una escena escalofriante: los perros corrían detrás de un misterioso “bulto negro” que, según relataron, desapareció rápidamente.
Lo más inquietante fue que, tras la fuga de esa figura indefinida, quedó un rastro de sangre visible en el camino por donde había pasado.
¿Presencia sobrenatural o algo más terrenal?
El suceso generó una ola de comentarios entre los vecinos, algunos de los cuales no dudaron en vincular lo ocurrido con fenómenos paranormales o apariciones extrañas que, aseguran, ya habrían ocurrido antes en el barrio. Otros, en cambio, intentan darle una explicación lógica y racional, aunque admiten que lo del rastro de sangre no tiene sentido.
La Leyenda de la “Umita”
“Umita” quiere decir cabecita, en quichua. Se trata de un ser legendario muy conocido en Santiago del Estero, y especialmente en los departamentos Guasayán y Jiménez.
Se lo describe como una cabeza humana de larga y enmarañada cabellera que vaga sola en la noche, rodando por el suelo o volando a ras de él, y produciendo al desplazarse un ruido suave, como de un trigal mecido por el viento. También se representa como una gran cabeza de dura pelambre, o una cabecita como de criatura.
Suele aparecerse en las taperas o en los caminos viejos y abandonados en esa indecisa claridad en que culmina el día, llorando y con el rostro bañado en lágrimas. Aunque por lo común reduce su llanto a una simple expresión de amargura, hay veces en que implora piedad, o pide ayuda para salir de su angustiante situación.
Siempre quiere contar al viajero su aflicción, pero solo logra aterrorizarlo con su presencia.
Sin embargo, muchos del los que la conocen no le temen. Hasta afirman que hacerse acompañar por ella en una travesía nocturna es una protección eficaz contra los malos espíritus.
Pero también hay versiones terribles de esta leyenda, que hablan de viajeros que se trabaron en tenaz lucha con ella hasta el amanecer, hora en la que la vieron transformarse en toro o ternero, y confesar bajo tal apariencia el error o la falta que está condenada a pagar. Pero el vencedor no salió en esos casos bien librado, pues perdió el habla. O sea, la palabra de la Umita solo suena para privar de su palabra al desventurado oyente.
El alba pone siempre fin a sus andanzas.