Del Misky Mayu al mundo: la historia de la tejedora santiagueña detrás de Warmi Sulata

Por Lourdes Suarez Torres

Generalmente, cuando cuento historias me gusta darles la forma de un cuento clásico: con un inicio, un clímax y un desenlace que deje un mensaje esperanzador. Pero esta vez me enfrenté a un desafío enorme. Después de hablar con la protagonista de esta historia, me costó encontrarle un final. Porque Elvira Ibáñez, la mujer detrás de Warmi Sulata, está lejos de haber cerrado su recorrido: vive en un presente lleno de creatividad, en pleno ascenso, con puertas que nunca se cierran hacia lo que el destino le depare. Así, con esa sensación de estar en medio de un camino vibrante, me dejó nuestra charla.

Elvira es conocida internacionalmente por sus tejidos bajo su nombre artístico, y como una arañita talentosa, produce todo desde su hogar en el corazón del centro santiagueño. La descubrí, como muchos, en plena pandemia. Nadie quiere volver a esos tiempos oscuros, pero siempre defendí la idea de que, además de dejarnos heridas profundas, también nos obligó a reinventarnos. En esos días encontré su canal de YouTube: yo, tejedora aficionada y autodidacta, me animaba a aprender alguna pieza mirando tutoriales. Los suyos me fascinaban, me permitían lograr cosas que antes me parecían impensadas. Y así, tejiendo gracias a sus videos, me sentía parte de una comunidad que no conocía fronteras. Grande fue mi sorpresa cuando descubrí que esa maestra virtual era nada menos que una santiagueña, y que, simbólicamente, la tenía muy cerca: yo trabajaba literalmente al lado de su hermano.

Warmi Sulata, de Santiago para el mundo

Detrás de Warmi Sulata está Elvira Ibáñez, criada en el Misky Mayu de La Banda. Una emprendedora nata, con ese instinto de quienes convierten todo en una oportunidad de trabajo, porque lo llevan en el ADN. La pandemia la empujó a transformar un hobby en un proyecto de vida, y hoy es referente del crochet en todo el mundo.

La invité a una merienda poco ortodoxa: nos sentamos en el pasto de una plaza santiagueña, en plena siesta, y charlamos sin apuro. Entre mates y risas, fui descubriendo el universo de esta mujer de energía contagiosa.

De administrativa a YouTuber

Elvira trabajaba en un laboratorio bioquímico, pero siempre supo que ese no sería su lugar definitivo. Contra todos los pronósticos —y el grito en el cielo de su familia, que defendía la “estabilidad” del empleo formal— dio un portazo y decidió apostar por lo suyo: el crochet. Su primera jugada fueron unas bufandas para el Día del Padre, que se vendieron como pan caliente. Después llegó el salto digital: grabar videos. Uno de esos tutoriales se viralizó durante la pandemia y pasó de unas pocas decenas de reproducciones a millones.

El reconocimiento nacional llegó en 2022, cuando tejió un tapiz con el rostro de Lionel Messi, que colgó en el puente que une los barrios Misky Mayu y Primero de Mayo. Todo el país habló de aquella obra, que combinaba crochet y pasión futbolera. “Quise unir dos amores: el tejido y el líder que nos llevó a la gloria de ser campeones del mundo”, me dijo.

La decisión de enseñar

Elvira se define como alguien que eligió compartir: “Enseñar a tejer gratis”. Recuerda que su primer video con un millón de vistas marcó un antes y un después. Lo que empezó como un hobby se transformó en un trabajo profesional. “Si te vas a comparar con mis videos de hoy —aconseja a quienes recién empiezan—, comparate con el primero”, dándole la importancia que tiene el proceso y la evolución de alguien que era tímida y no se animaba ni a hablar delante de la cámara, a lo largo de los años.

Hoy combina pedidos por encargo con colecciones pequeñas y contenido para redes. “Todas las herramientas para aprender ya están publicadas. Eso trajo la masividad”, dice. Y remarca que su enfoque es siempre didáctico: “Aclaro que es para principiantes, desde cero. Yo enseño con paciencia, a escala”.

Identidad y comunidad

Las tejedoras, asegura, son como una tribu. En sus primeros videos buscaba un “español neutro” para no dejar entrever su tonada, porque en ese momento se esperaba cierta neutralidad en lo digital. Hoy su identidad santiagueña está presente con orgullo.

Su aprendizaje comenzó en la infancia, cuando su madre le enseñaba con revistas de crochet. “Siempre me quedó la duda de si realmente el crochet es europeo o si ya había técnicas similares en América antes de la conquista”, reflexiona.

 

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El nombre que la nombra

Elvira eligió su nombre artístico inspirada en la música: warmi significa mujer, sulata significa hermosa. “Viene de una canción de los Coplanacu, Taquetuyoj, en homenaje a las teleras de Loreto. Escuchar una canción que honraba un oficio que tanto me gustaba fue conmovedor”, me contó.

La historia de Elvira Ibáñez no tiene desenlace porque todavía está en pleno clímax. Lo suyo no es un camino cerrado, sino un tejido que se sigue armando con hilos de creatividad, perseverancia y comunidad. Yo, que la conocí primero a través de una pantalla, me quedo con la certeza de que lo que hace no es sólo crochet: es también inspiración. Y qué mejor que hoy, día internacional del crochet, homenajearla compartiendo un poquito de su historia.

¡Feliz día a todas las personas que encuentran en el arte del crochet una forma de comunicar, de sanar y de aprender!