El 28 de octubre de 1966, el submarino argentino Santiago del Estero llevó adelante una misión secreta en la Isla Soledad, Malvinas, desembarcando 12 tripulantes para mapear posibles regiones de desembarco. Durante la operación, un civil kelper descubrió al grupo, y para neutralizarlo sin violencia, se le obligó a beber una botella de whisky del capitán, dejándolo inconsciente en la playa. La misión, liderada por Horacio González Llanos y Juan José Lombardo, se abortó tras el incidente, manteniéndose en secreto hasta 1996.
En 1966, la Argentina, bajo el gobierno de Juan Carlos Onganía, intensificó su interés en las Islas Malvinas. La Armada Argentina, dirigida por el almirante Benigno Ignacio Varela, ordenó una misión clandestina para explorar la costa de la Isla Soledad. El objeto era identificar playas aptas para futuros desembarcos, en un contexto de tensiones con el Reino Unido. La operación se mantuvo en estricta confidencia, incluso para la mayoría de la tripulación.
El Santiago del Estero, un submarino clase Balao de origen norteamericano, partió desde aguas cercanas a la Península Valdés. Con 85 tripulantes a bordo, estaba al mando del capitán de fragata Horacio González Llanos, con el capitán de corbeta Juan José Lombardo como segundo. Tras ejercicios navales rutinarios, recibió la orden secreta de dirigirse a Malvinas, a 40 kilómetros de Puerto Stanley.
La misión, conocida como Operación Playa Vaca, involucró a un equipo de 12 hombres, entre ellos buzos tácticos. Solo cuatro oficiales, entre ellos Llanos y Lombardo, conocían el verdadero destino. El resto de la tripulación creía que regresaban a Mar del Plata. El submarino navegó sumergido de día y emergió de noche para evitar detección.
El 28 de octubre, frente a la costa de Playa Vaca, se lanzaron dos botes con seis tripulantes cada uno. La primera incursión fue un fracaso: los botes se perdieron, forzando al submarino a navegar en superficie para recuperarlos.
La segunda tentativa avanzó con éxito, mapeando corrientes y obstáculos en la playa, cruciales para un posible desembarco.
El momento crítico ocurrió durante la segunda incursión. Un campesino kelper, desde un risco, observó al grupo. Los 12 hombres, alertados, lo capturaron rápidamente. El civil, confundido, no parecía comprender la situación. Decidir su destino generó un dilema: matarlo estaba descartado, pero dejarlo libre podía comprometer la misión.
Tras un breve debate, surgió una solución insólita. Se decidió usar la botella de whisky del camarote del capitán. El kelper fue obligado a consumirla hasta quedar casi inconsciente, asegurando que no recordara claramente el encuentro. Fue abandonado en el lugar donde lo encontraron, sin causarle otro daño físico.
La misión se abortó inmediatamente después. El Santiago del Estero regresó a Mar del Plata, y los involucrados recibieron órdenes estrictas de no revelar el suceso, incluso a sus familias. La Armada impulsó medidas de contra inteligencia para garantizar el secreto. El kelper, al parecer, no informó el incidente o no fue creído.
El silencio sobre la operación se mantuvo por tres décadas. En 1996, Juan José Lombardo, que en 1982 planificó la Operación Rosario, reveló los detalles al diario Clarín. La playa mapeada no se utilizó en el desembarco de 1982, pero la misión de 1966 se destacó por su audacia y el peculiar manejo del encuentro con el civil.
La Operación Playa Vaca reflejó las tensiones geopolíticas de la época y el interés argentino en las Malvinas. El incidente del whisky, aunque anecdótico, evidenció la improvisación y el ingenio para preservar el secreto. La misión, aunque frustrada, marcó un precedente en las operaciones navales argentinas.
