Fue durante la crisis de 2001 que Daniel Leonardo Castaño –más conocido como “Dany”- comenzó a trabajar de manera independiente, vendiendo libros y revistas. Se había insertado en el rubro unos 20 años antes, pero como ayudante en un negocio sobre Avenida Belgrano. Allí entró en contacto con las historietas que, como no pagaba por leerlas, las “devoraba”.
Ese comercio estaba ubicado a solo una cuadra de donde él levantó más tarde su propio kiosco, que hoy es un ejemplo de supervivencia ante las “ráfagas” de numerosas crisis y el auge de las nuevas tecnologías. Este 7 de noviembre, Día del Canillita, recuerda parte de esa historia que lo llevó a ser hoy uno de los más conocidos comerciantes del centro santiagueño.
En las dos décadas que lleva instalado en Avenida Belgrano casi Mitre, fue testigo de la evolución de las preferencias de los santiagueños a la hora de leer. Todo atravesado, claro, por la explosión de la era digital de la que nada ni nadie pudo escapar.
“Dany” sabe bien que el texto en papel dejó de ser demandado. Y, que si antes era una alternativa “accesible” a las nuevas tecnologías, ahora es un “lujo” que no cualquiera puede costear. Sin embargo, está convencido de que los lectores siempre prefieren el soporte físico.

“Si hay plata, se vende, si no hay plata, no se vende. Pero la gente no es que no compra porque no le gusta; no tiene, ese es el gran problema”, explica en diálogo con Info del Estero.
De hecho, observa “un antes y un después de la pandemia”, cuando el encierro obligaba a pasar horas y horas frente a una pantalla. “La gente ha estado todo el tiempo con los dispositivos y eso los ha saturado. Han vuelto al papel, si no se vende más porque no les alcanza”, ratifica.
Reconoce también que su situación es muy distinta a la de muchos “canillitas” que batallan con la venta exclusiva de diarios. Pues, su negocio supo reinventarse a lo largo de los años base de propuestas actuales, como lo son hoy las narrativas adaptadas de las plataformas on demand, convertidas en libros o que generan ‘merchandising’.
“Hay gente que sí puede comprar y gracias a esa gente, yo vivo y vive mi familia; mis hijos estudian gracias a esto”, dice con mucho orgullo y revela que su hija está a poco de recibirse de profesora de Geografía y su hijo, de profesor de Inglés.

“Ahora me compran los hijos de mis clientes”
No es extraño que mientras “Dany” charla en la calle, los conocidos lo interrumpan una y otra vez para saludarlo, levantarle el pulgar o palmearle la espalda. Los años que lleva allí lo llenaron de amigos y conocidos que viven en la zona o la frecuentan.
Con el mismo carisma supo construir una relación con sus clientes que, de tan fieles, tiene registro hasta de sus familias y sus respectivos gustos para la lectura. Al punto que hoy puede decir que son las generaciones siguientes las que le compran libros y revistas. “Imaginate los años que tengo que ya vienen los hijos”, explica.
Y por supuesto, la única forma de lograr eso era encontrar en el mercado lo que los jóvenes quieren. “Buscan las colecciones del momento: hay F1 Racing cars para chicos y grandes, las colecciones de dinosaurios que a los chicos les encanta, los peluches de Disney, libros en miniatura que son tremendos, como los de Julio Verne y todo lo que es Disney; tenemos productos de Gaby que es una serie de Netflix… En el kiosco hay todo lo que ves en televisión, YouTube y en las redes”, comenta.
En exhibición, también hay libros de novelas históricas que forman parte de una selección de los mejores autores, también están los libros de Disney Pixar y hasta los de moda, como Louis Vuitton y Gucci. Y es que el mercado es realmente amplio.
“Mercadería hay. La mercadería brota”, remarca el comerciante, pese a que escasea el dinero para comprarla. Entiende que “la gente se cuida” a la hora de sus gastos y que los libros y revistas hoy son “un lujo”.

De infante de marina a protector del vecindario
Desafortunadamente, establecerse en la Avenida más concurrida de la ciudad no eximió al propietario del negocio de la delincuencia. En las dos décadas que lleva allí, “Dany” aprendió que es necesario estar siempre “con los ojos abiertos”.
Lo dice no solo por quienes pueden aprovechar algún descuido para levantar sus productos y llevárselos, sino por cualquier “malviviente” que pueda estar al acecho. Recuerda épocas en que las jovencitas que esperaban el colectivo en la garita a unos pasos más delante de su negocio eran blanco fácil de los ladrones.
“En su momento, cuando se pagaba el boleto en efectivo, venían los locos pícaros a sacarle el dinero. Yo me he agarrado con mucha gente aquí”, cuenta y añade que si sabe defenderse es gracias a sus conocimientos militares, por ser infante de Marina.
Es más, en una oportunidad, logró detener a un ladrón que había ingresado a una vivienda de la zona. “A mi vecina le roban de aquí a dos casas y yo lo detengo”, agrega sobre el día en que se encontró con cuatro delincuentes que viajaban en una misma moto.

“Amo mi kiosco voy a morir en mi kiosco”
Castaño explica que hace 40 años atrás, cuando comenzó en la actividad pudo conocer un nuevo mundo del que jamás se ausentó. “Yo he trabajado como ayudante en un kiosco de mi amiga, María Bulacio, que está en la otra cuadra-dice, mientras señala con la mano un local sobre Avenida Belgrano-de ahí comencé a conocer el fascinante mundo de diarios, revistas y afines”.
“En mi época me comía las historietas. Encima, gratis porque no pagaba. Yo buscaba las revistas, ese tiempo estaba don Guillermo Colucci en La Plata, ellos eran los distribuidores locales en Santiago y La Banda y ahí comencé a conocer todo esto. Con los años me hice independiente”, relata.
Fue en el 2001, cuando empujado por la crisis de público conocimiento, decidió comercializar por su cuenta. “Las crisis son oportunidades”, plantea convencido y añade que en su caso, el oficio no fue heredado ni mucho menos, sino una “pasión”. “Yo amo mi kiosco voy a morir en mi kiosco”, afirma.
