Obesidad: auge del Ozempic (semaglutida), importancia de reconocer que es una enfermedad y el nuevo paradigma científico
Christina Aguilera es una de las famosas que confesó haber utilizado la semaglutida (Ozempic) para adelgazar.

Hacer este informe me llevó unos tres meses. Principalmente porque me había propuesto hablar de un tema tan transversal desde todas las miradas. En este especial por el Día mundial de la lucha contra la obesidad, desde Info del Estero hablaremos sobre el auge de la semaglutida, popularizada como Ozempic por figuras como Elon Musk, Kim Kardashian y Christina Aguilera. Indicado principalmente para tratar la Diabetes Tipo 2, esta droga se convirtió en un aliado contra la obesidad.

Pero detrás del fenómeno comercial hay un giro más profundo. En la comunidad científica, se está gestando una nueva manera de entender la obesidad: no como un problema de voluntad, sino como una enfermedad crónica y multifactorial, con dimensiones biológicas, psicológicas y sociales.

La licenciada Rita Carolina Amado, psicóloga especializada en Obesidad y Cirugía Bariátrica del Grupo CAIRO, explica en una entrevista exclusiva para Info del Estero que “hace poco, la revista The Lancet reunió a un equipo internacional de científicos que propuso dividir la obesidad en dos etapas: preclínica y clínica”.

Según Amado, esta redefinición cambia el paradigma diagnóstico: “Hasta hace poco el criterio se basaba casi exclusivamente en el índice de masa corporal (IMC). Hoy se entiende que ese dato es insuficiente: cada cuerpo es un universo biológico distinto”.

Lic. Rita Amado, Grupo CAIRO

¿En qué se diferencian la obesidad pre-clínica y la clínica?

La llamada obesidad preclínica es la antesala de la enfermedad manifiesta. En esa etapa, el cuerpo todavía no presenta órganos dañados ni comorbilidades visibles, pero ya existen señales que anticipan el riesgo.
“La intervención temprana permite evitar que esa obesidad evolucione hacia una forma clínica”, detalla Amado. En este punto, la semaglutida puede ser una herramienta valiosa, pero —advierte— “solo dentro de un abordaje integral, con acompañamiento psicológico, nutricional y médico especializado”.

El peligro surge cuando el medicamento se convierte en una solución aislada o en un producto de consumo masivo. “Está siendo utilizado por personas que no lo necesitan. Sin historia clínica, sin seguimiento ni controles, el riesgo es enorme. Dejar toda la responsabilidad al fármaco es segmentar el tratamiento de una enfermedad que es, por naturaleza, multicausal”, sostiene la profesional.

La obesidad clínica marca el punto máximo de la enfermedad: los órganos comienzan a sufrir las consecuencias del exceso de grasa corporal. Aparecen hipertensión, colesterol alto y disfunciones metabólicas. En estos casos, el tratamiento deja de ser preventivo para convertirse en crónico, con acompañamiento interdisciplinario y control médico permanente.

Amado insiste en que no todos los pacientes son candidatos a la semaglutida: “Debe ser indicada únicamente por endocrinólogos, nutricionistas o especialistas del área. Nadie debería acceder al medicamento sin receta. El sistema de salud debe asumir ese control”. Pero spoiler alert: en Santiago del Estero, conseguir esta droga es casi tan sencillo como comprar Ibuprofeno, o aspirinetas.

Famosos popularizaron este tratamiento.

Comer todo lo que hay en el plato porque hay personas que no tienen: ¿Cuánto nos afectó?

La discusión sobre obesidad también pone en tensión viejas costumbres culturales. “Durante generaciones nos enseñaron que había que comer todo lo que había en el plato, incluso si ya no teníamos hambre. Esa idea, transmitida con buenas intenciones, puede reforzar conductas compulsivas”, reflexiona Amado.

Para ella, las políticas públicas y la educación alimentaria deberían promover una nueva relación con la comida: no como castigo ni compensación emocional, sino como forma de cuidado. “Cuando el hambre es selectivo —cuando aparece el ‘antojo’—, estamos frente al hambre emocional. Y ahí el desafío es otro: aprender a escuchar lo que el cuerpo realmente necesita”, señala.

A modo de ejemplo, recordó que hay personas que le plantean que “la sed de Coca-Cola existe“, y es ahí donde aparece el hambre selectiva, es decir, no es una necesidad biológica de saciar el apetito, sino más bien una preferencia que sistemática puede acarrear serios problemas, no solo de obesidad sino también de enfermedades crónicas como la diabetes o problemas renales (en el caso de las gasesosas).

¿Por qué es necesario desterrar la palabra dieta?

Para Amado, el lenguaje también es parte del tratamiento. “La palabra dieta está cargada de connotaciones restrictivas”. “Hay que reemplazarla por aprendizaje alimentario. Adelgazar no es dejar de comer, sino aprender a hacerlo de otra manera”.

En esa frase se condensa el nuevo paradigma: el cuerpo no como enemigo, sino como territorio que se puede entender y cuidar. Porque detrás del número en la balanza hay una historia biológica, social y emocional que necesita ser escuchada.

La Ley que permitirá un tratamiento adecuado y seguro de la obesidad

En noviembre de 2024, la médica especialista en nutrición Mónica Katz, junto a Alberto Cormillot y Jorge Harraca, presentó ante el Senado de la Nación el Proyecto de Ley para la Prevención, Tratamiento y Control de la Obesidad en la República Argentina. La iniciativa, respaldada por los senadores Lucía Corpacci, Carlos Arce y Sonia Rojas Decut, propone reconocer la obesidad como una enfermedad crónica y garantizar su cobertura médica integral dentro del sistema de salud público y privado.

El proyecto aún no tiene estado parlamentario, pero representa un paso decisivo hacia un cambio cultural y sanitario de fondo: dejar de culpar al individuo y comenzar a tratar al paciente.

“Para la psicología, la obesidad es una manifestación de un esfuerzo adaptativo que hace el sujeto para la realidad que vive. Porque utiliza a la comida como su regulador, vivimos en una sociedad totalmente exigente. Hay que empezar a hablar de la obesidad como una enfermedad que es lo que es”, explica Amado.

Recomendaciones

Si bien, la semaglutida -hoy producida por laboratorios argentinos como ELEA- es un gran aliado y seguro en tratamientos de Diabetes Tipo 2, y ahora de obesidad, debe ser administrada con seguimiento y acompañamiento de un equipo dedicado a esta enfermedad y sobre todo “que esté actualizado”, describe Amado.

Estudios realizados entre 2015 y 2018 reflejaron la realidad de Argentina donde el 70% de la población tiene sobrepeso. Con estos datos, la responsabilidad de quienes buscan tratar una patología crónica también crece.

En ese contexto, la especialista cuestionó la venta libre de semaglutida tanto como la administración por parte de personas que desconocen su uso y efectos en el organismo. “Creo que debería caberle responsabilidad a los equipos farmacéuticos. Puede llegar a someter a un riesgo al paciente, sin tener estudios previos, sin tener historicidad, antecedentes… Lejos de ser una colaboración puede llegar a ser algo totalmente riesgoso su uso sin seguimiento”.

Así, un equipo de trabajo con doctores en nutrición, psicólogos, cirujanos, endocrinólogos puede cambiar la vida de las personas que sufren obesidad.

Esta es la primera parte del informe que también incluye testimonio de pacientes y recorrida por las farmacias.

*Por Silvina Gómez