Luis salía de donar sangre cuando cayó desplomado al suelo. De un acto de generosidad pasó a la preocupación por su salud. Siempre se había sentido fuerte y sano, como cualquier joven de 20 y pico. Sin embargo, este episodio lo cambió todo.
Estudios médicos comprobaron que tenía diabetes, la enfermedad que se llevó a su madre cuando él tenía solo 15 años y que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es causante del 70% de las amputaciones de pierna en el mundo.

La vida entonces se tornó más compleja para Luis, aunque no estaba totalmente consciente de eso. Cambiar de hábitos fue todo un desafío: era fanático de los dulces, trasnochaba en los boliches por trabajo, fumaba constantemente, y de vez en cuando, consumía alcohol.
Fue con los años y los “daños” que aprendió a cuidarse, agradecido infinitamente a Dios por protegerlo las veces que fueron necesarias. Y vaya que lo fueron. Pues, en más de una oportunidad su vida estuvo en peligro porque no sabía o no había alcanzado a cuidarse como debía.
Por conmemorarse hoy el Día Mundial de la Diabetes, Luis Zerial, conocido fotógrafo de la Subsecretaría de Turismo de la Provincia y diseñador gráfico de revista La Columna, accedió a dar un testimonio de su convivencia con una de las enfermedades más generalizadas en la población argentina.


La padece más de un adulto de cada 10; lo que podría representar 4.3 millones de pacientes. Sin embargo, y de acuerdo a la edición 2025 del Atlas Internacional de Diabetes, el 29% de los argentinos desconoce su diagnóstico, lo que representa más de 1.2 millones.
A sus 52 años, el fotógrafo habla con total soltura de su enfermedad y explica los recaudos que toma a diario. Lo cuenta como si fuera una tarea completamente sencilla. Pues, para él, controlar sus niveles de glucemia y adecuar a ello el uso de la insulina es como prepararse el desayuno.
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Considera que hoy es mucho más fácil llevar una vida saludable porque el mercado ofrece un amplio stock de productos libres de azúcar y porque el desarrollo científico provee medicina de calidad y sistemas de control simples para cualquier paciente.
Pero al hablar se resta crédito sin notarlo, porque sin disciplina, toda esa rutina se caería a pedazos.

De la detección al cuidado
Luis estrenó su diagnóstico con 480 de azúcar en sangre, cuando lo normal es entre 90 y 180. Los médicos se mostraron alarmados y drásticos. De acuerdo al examen, estaba en un “coma diabético” y correspondía internarlo; pero su padre se opuso.
“Yo había ido con mi viejo, y él, como tenía la experiencia de mi mamá, ha dicho: ‘no, no lo van a internar; me van a dar todo lo que él va a necesitar y yo voy a comprar todo, pero él va a estar en casa’. Y así ha sido. Ahí empiezo con la insulina y las tiras reactivas (método de control de glucosa en sangre)”, recuerda.
Arrancaba entonces en la tarea de calcular cada día la cantidad de medicación que precisaba, de acuerdo a los niveles de azúcar. “Si yo no me mido y veo qué valor tengo, corro el riesgo de ponerme más insulina de la que necesito. Y si me pongo más insulina, me va a bajar de más la glucosa”, explica sobre la fórmula casi matemática que aprendió en contra de sus deseos.

El método debe seguirse al pie de la letra y, por experiencia propia, aconseja a otros pacientes no caer en la “tentación” del azúcar, ni de manera mínima. “Conozco muchos chicos que dicen: ‘no me va a hacer nada comer un chocolate’. Y en parte tiene razón, porque ahora no le va a hacer nada, pero a largo plazo, ese daño es irreversible”, indicó tajante.
Costó, pero valió la vida
Todos los esfuerzos de Luis por estar bien tienen nombre y apellido: Rita Infante y Victoria Zerial, su esposa y su hija de 18 años, con quienes espera verse cada día al terminar la jornada laboral.
Lo entendió cuando un médico que pecó de gráfico, pero no de eficiente, le advirtió: “si no te cuidas te van a empezar a talar como árbol”. Esa frase fue fulminante. El temor a ser amputado, como muchos pacientes con diabetes, cambió su mentalidad por completo.

Se aseguró de evitar correr riesgos innecesarios y de que, mientras esté en sus manos, su familia no tenga que hacerse cargo de él.
“Tener una familia también te lleva a pensar en todo y a cuidarte”, señala y destaca “el acompañamiento” que recibe por parte de Rita y “Viky”. “Mi hija, por ejemplo, me hace la comida cuando yo salgo del trabajo”, cuenta con mucho orgullo y agradecimiento.
“Soy muy creyente”
Hubo varios episodios en la vida del diseñador que lo marcaron a fuego. En una oportunidad, según resume, durante una reunión con colegas había ingerido un poco de alcohol, sin pensar que no se había aplicado la cantidad suficiente de insulina. “Eso ha producido un pico de glucemia, cuando iba manejando mi moto. Y en un momento pierdo la conciencia”, recuerda.

Eso que podría haber terminado en un grave accidente no le dejó lesión alguna y no tiene cómo explicarlo más que por medio de su inquebrantable fe. “Yo soy muy creyente y eso es una fuerza especial”, dice y afirma que no volvió a tomar alcohol desde entonces, pues no es su intención tampoco desafiar a Dios.
En otros momentos complejos en los que su salud se vio afectada, a raíz de la diabetes o no, siempre se aferró a Él y salió fortalecido.
“Hay que tenerle respeto, pero se puede salir adelante”
Luis no batalla contra la diabetes. La asimiló a su vida y convive con ella de manera muy “respetuosa”. Su voluntad para tomar el control de su glucemia día tras día hasta volverlo un ritual, le dio la posibilidad de disfrutar a pleno de muchas de las cosas con las que alguna vez soñó.

También la ventaja de poder seguir trabajando en lo que quiere. Pues, hace un par de años, cuando solo se dedicaba al diseño y, esporádicamente a la fotografía, logró sumar un empleo fijo en la Subsecretaría de Turismo. Por ese espacio, se muestra muy agradecido con Nelson Bravo (subsecretario de Turismo de la Provincia) “porque que te den trabajo a los 50 años, en un lugar estable, seguro, es un montón”, consideró.
Como paciente con amplia “trayectoria” dice que “hay que tenerle respeto a la diabetes”. Pero a su vez, demuestra que es posible llevar una vida “normal” adoptando buenos hábitos, especialmente ahora que la medicina avanzó a pasos agigantados. “Hoy, el que no se cuida es porque no quiere”, sintetiza.
