Detrás de todo equipo que funciona, hay un equipo que sabe escucharse.
No se trata de hablar más, sino de comprender mejor.
A veces los equipos hablan tanto que ya no se entienden.
Las reuniones se llenan de palabras, ideas, opiniones… pero la sensación es de ruido.
No falta comunicación, falta escucha.
La coordinación no comienza con hablar: comienza con escuchar.
Escuchar es el acto más silencioso y, a la vez, el más poderoso del trabajo en equipo. Es la base invisible que sostiene los acuerdos, la confianza y la acción. Sin escucha, las conversaciones se vuelven monólogos cruzados, y los compromisos, simples intenciones.
Escuchar no es solo oír. Es percibir el sentido detrás de las palabras, el tono que las sostiene y lo que no se dice pero está presente. En los equipos, la escucha permite reconocer las necesidades del otro, anticipar dificultades y crear soluciones conjuntas. Es la habilidad que conecta lo humano con lo operativo.
Hay distintos modos de escuchar. La escucha pasiva oye sin involucrarse; la selectiva elige lo que le conviene; la generativa, en cambio, abre espacio para que surja algo nuevo. Cuando un equipo escucha desde ese lugar, aparece la posibilidad de comprender antes que responder, de crear antes que defender.
En una empresa de servicios que acompaño, la gerente notó que sus reuniones se habían vuelto tensas: todos hablaban, pero nadie avanzaba. Decidió cambiar el formato. Comenzó cada encuentro con un minuto de silencio y una pregunta: “¿Qué necesitamos escuchar hoy para coordinar mejor?”
Al principio pareció una pérdida de tiempo, hasta que algo cambió. Los equipos comenzaron a hablar desde otro lugar: menos defensivo, más colaborativo. En pocas semanas, las discusiones se transformaron en conversaciones, y las tareas empezaron a fluir. El silencio abrió la puerta a una escucha más profunda.
Cultivar la escucha de equipo requiere práctica y conciencia. Algunas claves:
- Presencia plena: dejar de planear la respuesta para realmente oír.
- Curiosidad genuina: escuchar sin juzgar, buscando comprender antes que acordar.
- Reconocimiento explícito: hacer visible que la voz del otro tiene valor.
- Silencio consciente: permitir que el diálogo respire y emerjan nuevas ideas.
Los equipos que aprenden a escucharse se vuelven más inteligentes colectivamente. La escucha permite detectar tensiones antes de que se conviertan en conflictos, anticipar necesidades y fortalecer vínculos. No hay coordinación efectiva sin escucha profunda.
En tiempos de ruido e inmediatez, escuchar es un acto de liderazgo.
Porque los equipos que se escuchan, se entienden.
Los que se entienden, se coordinan.
Y los que se coordinan, crean futuro juntos.
Cecilia Russo
Master Coach Ontologico Porfesional
Supervisora de coaching
Directora Aquí y Ahora Coaching y Consultoría
