Riquelme y el abrazo que cambió la vida de Francisco

Lo que ocurrió en la Bombonera el pasado fin de semana trascendió el fútbol, las camisetas y los colores. El presidente de Boca Juniors, Juan Román Riquelme, protagonizó un gesto que conmovió a hinchas de todo el país cuando recibió en el estadio a Francisco Olguín, un niño mendocino de 10 años que padece epidermólisis bullosa, más conocida como piel de cristal, una enfermedad genética poco frecuente que vuelve extremadamente frágil la piel y provoca heridas crónicas y dolor diario.

La historia detrás de ese abrazo que se viralizó en las redes comenzó muchos años antes, en la intimidad de una familia que buscaba aliviar el sufrimiento de su hijo. Durante los primeros años de vida de Francisco, los cambios de vendas eran un momento traumático: dolían, irritaban y generaban angustia. “Ni la música ni las caricias lograban calmarlo”, contó su madre, Analía.Hasta que un día, su padre decidió probar con algo distinto: ponerle videos en YouTube con las mejores jugadas de Riquelme.

El efecto fue inmediato. “Fran se quedaba embobado mirando a Román, y nosotros lo curábamos”, relató Analía. Durante tres años, esos diez minutos de magia futbolera fueron el único “anestésico” capaz de disipar el dolor. Cuando el video terminaba, Francisco lo pedía de nuevo. El ritual se convirtió en un vínculo silencioso pero profundo entre un nene y un ídolo al que todavía no conocía.

La historia tomó difusión pública durante la Semana de la Piel de Cristal, cuando Analía fue invitada al streaming mendocino . Allí relató lo que vivían día a día y cómo Riquelme había sido, sin saberlo, un compañero imprescindible en la lucha de Francisco. Conmovidos, los conductores impulsaron un reel con la idea de que llegara a Boca o al propio Román. El video se viralizó rápidamente.

Esa cadena de mensajes y compartidos terminó llegando al lugar indicado. “Pusimos el video en todas las redes de Boca, de Román, en todos lados, hasta que un día recibo un mensaje del jefe de prensa del club”, contó Analía. “Me dijeron que Román había visto la historia y quería hablar conmigo. Yo pensé: ¿será verdad? Pero sí, era real”.

La familia Olguín viajó entonces a Buenos Aires invitada por la institución. El club se encargó de todo: entradas para el partido frente a Tigre, un palco especial y todas las comodidades necesarias. Pero lo que Francisco esperaba, con una mezcla de ansiedad y emoción, era ese instante en el que finalmente vería a Riquelme cara a cara.

El encuentro fue tan emotivo como se imaginaba. Al llegar Román al lugar, el niño —habitualmente extrovertido— quedó inmóvil de la impresión. Después, en un impulso, lo abrazó con fuerza. Fue un gesto simple, pero cargado de un significado enorme para quien había encontrado alivio durante años mirando sus jugadas.

Ya de madrugada, todavía procesando lo vivido, Francisco le confesó a su madre algo que la desarmó:
Mami, me quedé con ganas de hablarle. Quería decirle muchas cosas a Román”.
Analía lo consoló: “No importa, lo importante es que lo abrazaste”. El niño quería volver al día siguiente para decirle todo lo que sentía.

Durante la visita, Riquelme también le entregó dos camisetas de Boca, una de ellas con la mítica número 10, un gesto que terminó de sellar una jornada inolvidable. “Fran es mendocino, tiene diez años y padece una enfermedad en la piel. Su mamá contó que verlo jugar a Román le calmaba el dolor”

La experiencia se completó con la victoria de Boca por 2 a 0 sobre Tigre, con goles de Ayrton Costa y Edinson Cavani, lo que le dio un marco perfecto a una noche que para Francisco significó algo mucho más grande que un resultado deportivo.

En Mendoza, la epidermólisis bullosa afecta a menos de diez personas. La historia de Francisco no solo expuso la realidad de quienes conviven con esta enfermedad, sino que se transformó en una verdadera lección de empatía y humanidad. Porque, al menos por un día, Riquelme no fue el crack que hacía magia con la pelota. Fue un abrazo, un refugio y un alivio para un niño que soñaba con conocerlo desde que aprendió a calmar su dolor mirando sus jugadas.