En la Argentina impune, el pasado parece un futuro lejano
A una semana del escándalo cripto de Milei

Por Álvaro José Aurane | Para Info del Estero

Hace 90 años, exactamente, la centralidad de la vida pública del país se plantó, de repente, en el Senado de la Nación. Específicamente, en la comisión investigadora de “la política de las carnes”.

En 1929, el crack de la bolsa de Nueva York provocó la “Gran Depresión” de los Estados Unidos. Muchas naciones abandonaron el “Patrón Oro”, que era la unidad de conversión de monedas entre los países. Gran Bretaña, por tanto, declaró inconvertible la Libra Esterlina: una Libra valía una Libra y punto. Es decir, se cerraba al comercio exterior y se limitaba a sus colonias. Para la Argentina era un cimbronazo: los ingleses eran los principales compradores de carne enfriada de nuestro país. Así que el fraudulento presidente conservador Agustín Pedro Justo le encomendó a su vicepresidente, Julio Argentino Roca -hijo-, que negociase un acuerdo con Londres, con dos instrucciones centrales:

  • Ayudar a los ganaderos argentinos a elevar su participación en el mercado del Reino Unido.
  • Arrebatar el control del comercio de exportación al pool de frigoríficos norteamericanos.

El acuerdo se firmó en 1933 con el ministro de Comercio inglés, Walter Runciman. El “Pacto Roca-Runciman” fijó que el Reino Unido aseguraba a la Argentina una cuota de importación “no inferior” a los volúmenes del año anterior. Y creó un sistema de licencias de importación que el gobierno inglés controlaba, con lo cual el 85% de la cuota para exportar carne a Inglaterra quedaba en manos de los frigoríficos ingleses y de EEUU. Runciman, además, logró que 150 millones de pesos de firmas inglesas fueran desbloqueados y pagados a una tasa del 4%, que termino siendo del 14%.

El resultado generó una grieta. El oficialismo invocó el aval de los sectores de la producción y dijo que por primera vez el Reino Unido negociaba “en pie de igualdad” con otro país. La oposición interpretó que no se trataba de un acuerdo, sino de una imposición. Y los nacionalistas sostuvieron que Argentina pasaba a ser “el enclave de ultramar” más importante de los británicos.

Dos años después, en 1935, la tarea de la comisión investigadora creada en el Senado detonó uno de los mayores oprobios de la historia de este país. El senador socialista Lisandro de la Torre denunció que el comercio de la carne, secuela del Pacto Roca-Runciman, era un “escándalo nacional”. Durante cinco sesiones acusó a varios miembros del Gobierno, ministros incluidos, de recibir lo que hoy llamaríamos “coimas” de los frigoríficos: hablaba de “sospechosos favoritismos”. Tres semanas le llevó a la Casa Rosada preparar el descargo, que igual fue duramente refutado por De la Torre.

Imposible de acallar, atentaron contra De la Torre. Varios tiros le hicieron en el recinto de sesiones. Salvó su vida porque se interpuso su compañero de bancada, Enzo Bordabehere, quien trágicamente recibió los balazos. La imagen de los frigoríficos jamás se recuperó. Tampoco la del Gobierno. El ejercicio de la oposición era, también, arriesgar la honra y la vida en defensa de la república.

Así se votó en el Senado
El Senado rechazó crear una comisión investigadora.

Nueve décadas después, exactamente, el Senado de la Nación rechazó esta semana crear una comisión investigadora sobre el escándalo de la criptomoneda $Libra, promocionada por el Presidente de la Nación en su cuenta en la red social “X”. Una maniobra con la que unos pocos se enriquecieron, mientras decenas de miles perdieron todo lo que invirtieron en cuestión de horas. Dado que Javier Milei es el jefe del Gobierno, este escándalo no lo involucra sólo a él, sino al Estado. Sobre todo cuando el Poder Legislativo, que tiene entre sus funciones controlar y contrapesar al Poder Ejecutivo, decide que no hay nada que investigar. Y que no hay nadie a quien interpelar.

Eso votaron los senadores del PRO y muchos de los senadores la UCR. Estos últimos, con un comportamiento políticamente canalla, porque el proyecto provenía de ese partido.

En “Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte” (1915), Sigmund Freud previno que el Estado no prohibía la injusticia para abolirla, sino para monopolizarla. Exactamente 110 años después, los que ayer denunciaban (y con razón) la Impunidad no querían exterminarla, sino sólo reemplazar a los que venían gozando de ella.

Poder sin autoridad

La palabra del poder, otra vez, se queda sin autoridad en la Argentina. Así que sólo hay lugar para maniqueísmos. Lo vimos en el Gobierno de Alberto Fernández, que rifó su capital con la “fiestita de Olivos”. En esa gestión, cualquier disparate se justificaba con una frase: “Ah, pero Macri…”.

Milei pasó de ser un catedrático de Teoría Monetaria y de Teoría Financiera, que se autopercibía candidato al Nobel de Economía (iba a reescribir las constantes de Vilfredo Paretto, mientras insultaba a John Keynes) a despeñarse de su propio pedestal imaginario. Hoy, en el mundo, es sujeto de parodias y objeto de denuncias, tanto políticas como judiciales, por presunta corrupción, estafa, negociaciones incompatibles con la función pública y conflicto de intereses. Milei es la encarnación de lo que ocurrió con la criptomoneda $Libra: hay gente que lo “compró” electoralmente por lo que él decía que valía y ahora se entera que es un mandatario en franca devaluación. Sin embargo, la respuesta del Gobierno, y de muchos de sus fanáticos, es “Ah, pero los K…”.

Javier Milei
Javier Milei

El kirchnerismo perdió los comicios presidenciales de 2023 por demolición. Y del binomio qué gobernó entre 2019 y 2023, Alberto Fernández acaba de ser procesado por violencia de género, mientras que su compañera de fórmula, Cristina Fernández, está condenada en doble instancia por administración fraudulenta en la causa “Vialidad”. Léase, ese proyecto político es indefendible.

Aclarado ello, no menos cierto es que la defensa de Milei es vidriosa. Su alegato intenta de manera infantil (en una entrevista interrumpida por su asesor Santiago Caputo, que es ya un capítulo de la Historia Universal de la Infamia Periodística) diferenciar los verbos “promocionar” y “difundir”. Pero nada dice de que él posteó el código alfanumérico para acceder a $Libra cuando la criptomoneda no estaba “enlistada” siquiera: su creación era tan reciente que no figuraba en ninguna parte.

¿La respuesta frente al presunto latrocinio es “Ah, pero la corrupción K…”? A ver: sí, hay múltiples procesos y condenas contra incontables ex funcionarios kirchneristas. Dicho ello, ¿ahora lo de Milei y la criptomoneda ya no es un escándalo y el actual Presidente es menos sospechoso?

Maniqueísmo sin revelación

El maniqueísmo, con su lógica bipolar de “si no es blanco entonces es negro”, está hecho para no razonar. Es el pensamiento en su ociosidad. Está diseñado para enmascarar. Contra esa bobería libertaria del “Principio de Revelación”, el maniqueísmo no revela nada, sino que todo oculta.

Entonces, frente al escándalo de Milei promocionando $Libra, el maniqueísmo quita al Presidente de la escena y propone una trampa idiota: “si lo críticas a Milei, sos K”. Así como en la gestión anterior era: “si objetás el populismo, sos de derechas”. Y antes el reduccionismo decía: “si cuestiones a Macri, sos populista”. Así le fue a Macri, así les fue a los “K”. ¿Cómo creen los libertarios que les irá?

Ernesto Sábato sintetizaba sus diferencias con la izquierda argentina de mediados del siglo XX, en la que supo militar, lamentando la respuesta que recibía cuando proponía hacer autocrítica: “cuestionar a la izquierda es darle pasto a la derecha”. Así les fue a los regímenes de Izquierda: implotaron sistemáticamente. Y lo siguen haciendo. Porque en un punto, si toda crítica es silenciada, finalmente desaparece la conciencia del error.

Milei, cada vez más a menudo, se comporta como si eso mismo le ocurriese. Cuando estalló el escándalo por $Libra, su respuesta fue que él no se había equivocado para nada. Tan sólo “no estaba interiorizado”: todo un elogio de la superficialidad, qué costó un centenar de millones de dólares. Eso sí, culpables eran los otros. “A las ratas inmundas de la casta política que quieren aprovechar esta situación para hacer daño les quiero decir que todos los días confirman lo rastreros que son los políticos, y aumentan nuestra convicción de sacarlos a patadas en el culo”, posteó en su cuenta de “X”. Le sobran los insultos porque le faltan los argumentos…

Esta semana, cuando daba un discurso en el BID, comenzó a sonar un teléfono celular: era el suyo. Ningún otro, sino el móvil del Presidente. Y Milei decidió que eso tampoco era responsabilidad suya, sino de los “cabezas de termo” y los “cabezas de pulpo” qué, adrede, lo llamaban para interrumpirlo.

Debe ser toda una experiencia eso de jamás equivocarse y de que a la culpa siempre la tengan otros. En el populismo, cada vez que la Justicia investigaba, la respuesta era “el lawfare”: la “guerra judicial” contra los “héroes” del pueblo por parte de los “destituyentes” que querían conseguir en Tribunales lo que no lograban en las urnas. Toda causa judicial era un “golpe de estado blando”.

Ahora hay más de lo mismo. Resulta que, en boca de los opositores, lo que en los gobiernos populistas era “delito”, ahora se llama “error”. La política también tiene su propia álgebra: en la ecuación “más de lo mismo” el resultado que se obtiene no es “lo mismo”: siempre es peor. Los grupos políticos ya no son usinas de ideas, sino una especie de “agrupación justificamos todo”.

Días del futuro pasado

La degradación de la calidad institucional es tan vasta que la tarea investigadora del Senado de la Nación de 1935, comparado con lo acontecido la semana pasada, parece evocar una “edad de oro” de la república, salvo por un detalle ominoso: la de hace 90 años era la “Década Infame”. ¿Cómo debiera llamarse la Argentina de las últimas décadas, entonces?

El retroceso es tal que el pasado parece un futuro lejano. Este mes se cumplieron, exactamente, 250 años de la muerte de Charles de Secondat, más conocido por su título nobiliario: barón de Montesquieu. Con su ensayo “El espíritu de las leyes” se convirtió en el padre de la separación de poderes. En el Capítulo VI del libro primero anotó: “cuando el poder legislativo y el poder ejecutivo se reúnen en la misma persona o el mismo cuerpo, no hay libertad; falta la confianza, porque puede temerse que el monarca o el Senado hagan leyes tiránicas y las ejecuten tiránicamente”.

Montesquieu escribió su ensayo en plena vigencia de la monarquía absoluta francesa. Murió el 10 de febrero de 1775, así que vio ascender al trono a Luis XVI, pero no vio su caída en 1789, con la Revolución Francesa. Pese a la distancia de siglos, parece un adelantado en este país donde los mandatarios, frente a las denuncias, en lugar de dar razones, sólo brindan insultos. Y donde el Congreso, forjador de las leyes y de su espíritu, se compone por una mayoría que agacha la cabeza y mira a otro lado, en vez de investigar lo sospechoso. O pedir explicaciones a quienes deben darlas.

Bienvenidos a la Argentina de la premodernidad.