Adiós a Jorge Véliz o crónica del nacimiento de una leyenda

Por Silvina Nataly Gomez

El 10 de abril de 2012 quedó grabado en la memoria de los santiagueños. El anuncio de la muerte de Jorge Véliz cambió por completo el panorama de aquella mañana. La noticia enlutó a la provincia.

El rey de la guaracha murió de un fulminante paro cardíaco cuando atravesaba el mejor momento profesional. Solo Facebook existía como red social, y aún no había tenido la explosión de los años siguientes. La noticia llegó “por la radio” un martes por la mañana, y el boca en boca dejó en shock a los que lo habían visto ese sábado en uno de los multitudinarios bailes.

Cuando Jorge Véliz murió, la ciudad se quedó en silencio. El sanatorio donde había ido a hacerse un chequeo comenzó a llenarse de fanáticos que, incrédulos, se acercaban para esperar un milagro.

Desde el mediodía del martes, miles de personas comenzaron a despedir a su ídolo, que fue velado en su casa materna de calle Magallanes y Canal. Hasta en horas de la madrugada del miércoles, los santiagueños llegaron a la capilla ardiente para darle el último adiós.

Foto: Diario El Liberal

La despedida del ídolo popular se convirtió en una peregrinación. Llovía. “El cielo llora a Jorge Véliz”, decían quienes fueron a despedirlo en su casa, donde improvisaron una especie de galpón, a cajón abierto, donde se multiplicaban los gestos y homenajes. Fanáticos no escatimaban en kilómetros. Desde cada rincón del país llegaron a despedir al rey de la guaracha, y marcar lo que sería el nacimiento de una leyenda.

Una caravana con unas 10 mil personas —según las crónicas de aquel momento— acompañó al cantante de 47 años hasta el cementerio La Piedad. En medio de una intensa lluvia, familiares, amigos y fanáticos caminaron junto a los restos del músico popular. Estampitas, tatuajes, banderas: ya nadie pudo ocultar que sobraban las críticas porque había algo que era inevitable, la guaracha había trascendido el tiempo.

Foto: Diario El Liberal

Decirse guarachero en la actualidad es una declaración de identidad, de orgullo, y hasta de grandeza, diría. Pero en aquel entonces, la reticencia a reconocer a la guaracha como parte de nuestra idiosincrasia no estaba bien vista. Por algún motivo, si te gustaba la guaracha, tratabas de que no se note. Pero cada presentación de Jorge Véliz era una declaración de que el murmullo de los intelectuales nada tenía que ver con la realidad.

En el tintero quedó uno de los sueños más anhelados: la actuación en el Teatro 25 de Mayo, un lugar para entonces sacralizado, donde no llegaba cualquier artista.

El rey de la guaracha descansa en el cementerio La Piedad. Así fue el adiós al músico popular. Así nació una leyenda.

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